Campamento Aderes, sí
La asociación por el Desarrollo de las Relaciones Sociales cierra el curso con un encuentro en la Alfaguara
Menores con diferentes cuadros clínicos en convivencia con sus diferencias
Qué complicado resulta a veces ser quien eres y que no te critiquen o acepten por ello. Imagínense que además padecen algún trastorno como el autismo, Asperger, TDAH, anorexia o epilepsias severas, y que además, es menor, y probablemente sufre acoso escolar. En este contexto, donde la propia sociedad da la espalda a las personas con diferentes dificultades de desarrollo, aprendizaje o simplemente motoras, se levanta una gran barrera para las relaciones sociales o en grupo.
Diluir ese muro al que muchos chavales se enfrentan es uno de los objetivos de la asociación para el desarrollo de las relaciones sociales, Aderes, que fomenta espacios de trabajo en los que todas las 'diferencias' aprenden a relacionarse y respetarse. Psicólogos y psicoanalistas acompañados de voluntarios, en su mayoría estudiantes de Psicología, realizan un trabajo de fondo a lo largo del curso escolar en el que "el principal objetivo es conseguir un vínculo social entre menores con diferentes cuadros clínicos y donde también se intenta que vengan otros niños y niñas de la familia o amistades, porque otro de los fines es la integración", comenta la presidenta de Aderes, María Jesús Lazcano. Para ello, se organizan talleres de música, danza, aprender a pensar…y finalizan con los campamentos de verano. Los mismos que se han celebrado esta semana en la Alfaguara y al que han acudido un grupo muy heterogéneo de 35 asistentes, siempre acompañados por un equipo de 13 personas, que les conocen de cerca y que han elaborado una serie de actividades adaptadas para el grupo. "Algunos necesitan un monitor para ellos solos las 24 horas, y muchos tienen medicación a la que hay que atender con cuidado", explica Lazcano, que puntualiza lo importante que es este espacio de encuentro en el que se visualiza "la tolerancia y paciencia de los menores con las dificultades de los demás, algo que se trabaja mucho en los talleres". Los propios jóvenes han comentado cómo "aquí se les pregunta qué te pasa no para señalarlos, sino para saber cómo tratarlos".
La música, incluida la producida por los propios integrantes, y el baile son ingredientes indispensables en esta cita de verano, donde 'Don Limpio' revisa los dormitorios después del desayuno y donde cada uno se llevará a casa una medalla que refuerce algo positivo de su paso por este campamento. Los menores tienen su espacio de noticias en el Telecamp, juegan al spiribol, disfrutan del cine y el teatro de sombras y se bañan en la piscina, a pesar de que les ha pillado una semana fresquita.
El desarrollo del campamento pasa por un proyecto muy trabajado porque hay que medir muy bien las actividades, quién puede y quién no hacer determinadas cosas, incluso los horarios, ya que algunos asistentes tienen diagnóstico de autismo y suelen necesitar horas y fechas muy organizadas; cambiarles el chip no es fácil.
El ambiente es tranquilo en la piscina, algunos toman el sol o se echan crema, otros juegan al Uno, los más valientes se bañan. Los mayores escuchan música en su cabaña y charlan de sus cosas. Suelen plantearse actividades simultáneas para que puedan elegir o proponer otras, todo supervisado por un número suficiente de adultos, que las dirigen, o que sólo prestan atención para intervenir si hace falta.
Campamentos Aderes, sí, porque "aquí puedo ser yo y que no se metan conmigo", confiesa un menor.
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