Halloween en Granada, la nueva morada de Jack O’Lantern
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Granada sucumbe durante el puente a la nueva tradición, que se suma al Día de Todos los Santos
Una de las tantas leyendas que dicen ser origen de la fiesta de Halloween es la que cuenta que Jack O’Lantern, para entendernos, la calabaza tenebrosa iluminada por una vela, es la de un ladronzuelo de un pueblo irlandés que hizo un pacto con el diablo que encima ganó, pero como el maligno nunca pierde (como la banca), al morir no era tan bueno como para entrar en el cielo y demasiado malo para el averno. Así que su castigo fue vagar con una brasa del infierno por el mundo acomodado dentro de un nabo, que los americanos por un exceso de cosecha, metieron en una calabaza.
Y en ese deambular por los decenios y los siglos, el pobre de Jack cada vez se ha quedado más tiempo a morar en Granada. Que ya tardó. Y la ciudad está demostrando ser digno cobijo de ese ladrón, quién sabe si de los campos de Athenry (no creo, allí eran más honestos), que cada vez más se puebla de este cucurbitáceo tallado con un gesto que encarna la pura maldad.
Ya en los colegios es tradición. No les ha quedado más remedio con tanta tele, y tanta producción anglosajona que, en el fondo, es la versión amable y canalla de una tradición que en España siempre ha estado tocada por un velo de luto cristiano.
La verdadera noche de Halloween en Granada arrancó al trantrán en los recodos más golfos de su fiesta. En Granada10 lo dieron todo con tres días de celebración y disfraces culminados anoche con monjas tenebrosas y curas exorcistas, atrezzo también elegido por los camareros de Backstage.
Y es que hasta en los bares y restaurantes más de moda entre la gente joven, los dueños se afanaron en decorarlo todo, hasta a sus trabajadores, como si Granada fuera una ciudad del medio oeste, eso sí, sin los residenciales unifamiliares de las afueras de Indianápolis que tanto se ven en las series de Neox. La noche del Día de los Muertos estaba arrancando.
Al final la globalización no era tan mala. De las influencias de cine con los Joker, a las clásicas momias, pasando por las calacas mexicanas que se elevaron a categoría de estilo en la Spectre de la saga Bond. Estaban quienes se complicaron la vida, como José y sus amigos, con unas caracterizaciones terroríficas de Maléfica y su álter ego de anciana. No faltaba el cesto con las manzanas. Luego estaba quien salía del paso disfrazados de personajes de Piratas del Caribe, que lo que es dar miedo, no mucho, pero bueno, lo importante es participar.
Allison, Charlotte y Anna, acento puro de Arkansas, buscaban con sus máscaras, donde tomarse aunque fuera una cerveza por calle Varela. "Es muy sorprendente, no pensábamos que en España se celebrara Halloween", aunque no todo era perfecto, porque al saber que lo del ‘truco o trato’ no se lleva tanto, lo lamentaron: "Son mis mejores recuerdos de niña".
Halloween ha venido para quedarse, a pesar de que haya a quien no le guste por un no se sabe por qué, al final todo es protestar. Y a la gente joven le encanta desde hace tiempo, tanto, que hasta se lo han pasado a los niños. Así que ya se puede decir que esto es tradición... Y negocio. Que tampoco está mal. La pandemia sí que ha sido la verdadera noche del miedo.
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