Truman Capote ya 'padeció' los trenes de Granada en 1950: "como si peones ancianos tiraran de la locomotora"
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En el 40 aniversario de la muerte del escritor estadounidense, recordamos su breve paso por Granada, recogido en el libro 'Color local'
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Granada y el tren, el tren y Granada. Un aforismo solidificado a base de años de polémicas con base en las idas y venidas de andenes y vías aisladas, paradas o fallidas. Unos por otros y el ticket sin picar. Lo que en Granada es en 2024 parte de la memoria colectiva (también del presente) era, asimismo, 'encanto' de una ciudad en 1950. Precisamente de esto daba cuenta brevemente el escritor norteamericano más controvertido y brillante de su generación y, puede también que de otras tantas.
Truman Capote murió hace ahora cuatro décadas, el 25 de agosto de 1984, y cuando apenas era un veinteañero que ya mostraba la predisposición para la diversión y el alcohol tanto como al periodismo de no ficción, pasó por Granada. Pasó, porque no se detuvo a admirar la ciudad. Iba de paso, primero a Algeciras y luego a Tánger cuando recaló en la Estación de Andaluces.
Sus impresiones de España, de sus gentes, tópicos como la comida o la belleza del paisaje, así como de la capacidad motriz de sus medios de transporte, como es el caso que a continuación se relata, quedó en un reportaje publicado en la revista New Yorker en 1950. Luego fue recopilado en el libro Color local, una especie de diario periodístico que da fe de sus viajes por Europa con el tono mordaz, humorístico y criticón que envuelve parte de la obra de Capote.
"El tren se desplazaba tan despacio que las mariposas entraban y salían por las ventanas", esta es la segunda ración de críticas a su viaje en tren desde Granada, la que cierra el relato que escribió el periodista en 1949. La primera, más descriptiva aún y con la cual abre el segundo párrafo del texto, relata cómo reptaba el tren saliendo de la estación: "Lentamente, como si peones ancianos tiraran de la locomotora, salimos arrastrándonos de Granada".
Un viaje por España
Capote, conocido por su lengua biperina: una mitad en extremo brillante y la otra con una capacidad sensacional para el insulto, comenzaba su reportaje pintando un cuadro casi tercermundista en lo que a los trenes se refiere. Similar era el relato sobre las almas con las que compartió viaje, es conocido el clasismo del periodista norteamericano que escribió Desayuno con diamantes. Así da comienzo Un viaje por España: "El tren era viejo, sin duda. Los asientos colgaban como los carrillos de un bulldog, faltaban algunas ventanas y trozos de cinta adhesiva mantenían en su lugar aquéllas que aún quedaban; en el corredor un gato al acecho parecía estar cazando ratones y no era irracional pensar que su búsqueda hallaría una recompensa".
Episodio breve, pero altamente intenso en descripciones, como las del paisaje y los soldados a bordo que lo observaban, aunque hay que imaginar a qué lugar entre Granada y Algeciras se refería. El momento que Capote narraba a continuación, no sin antes hacer una radiografía social y psicológicamente clínica de sus acompañantes de vagón, fue lo que él pensó que era un asalto a la locomotora.
"¡Bandidos!"
Tras oír disparos Capote explotó de miedo y desde el suelo donde se encontraba recogido sobre sí mismo gritó: "¡Bandidos!". Pudo ser cierto, que unos pistoleros quisieran tomar el tren, pero no fue el caso. Al escritor tan solo le jugó una mala pasada su imaginario romántico sobre Andalucía aprendido de lo que amigos suyos escritores le habían contado.
El relato, es cierto, no cuenta qué pasó ni de dónde provenían esos disparos a poco de comenzar el trayecto, esos detalles pudieron ser sacados de Un placer fugaz, libro que recoge la correspondencia del escritor donde sí cuenta el por qué del tiroteo así como el lugar de la provincia de Granada en el que ocurrieron. Lugar, por cierto, que vuelve a cruzar las vías de lo anecdótico y lo simbólico de la historia ferroviaria de esta ciudad.
Los disparos sí fueron disparos, pero la causa (quizás algo exagerada) era la prisa. "Solo eran unos españoles que habían perdido el tren y disparaban para que parase. A un hombre le dieron en la cabeza. Un país precioso", escribió no sabemos si irónico o encantado por el surrealismo. Sucedió en Loja, en la parada de la Estación de San Francisco.
Color local
Color local, publicado en 1950 y renovado en 1977, recoge impresiones de viajes a Nueva York, Nueva Orleáns, España, Norte de África, Italia, Tánger, Haití… Y es que, al principio de su carrera, Capote tuvo una existencia errante que le llevó por esos y otros lugares.
Junto con sus impresiones de Nueva Orleans y la Nueva York de su infancia y adolescencia, Capote dibuja, con pinceladas impregnadas de una peculiar poesía, una perspectiva hasta ahora desconocida del autor. Por sus páginas desfilan personajes conocidos, como el matrimonio Agnelli, Cecil Beaton, Lee Radziwill o Greta Garbo, y también otros anónimos aunque igualmente antológicos, como su inolvidable criada siciliana o Hyppolite, el sorprendente pintor haitiano.
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