Valle Verde, un vergel educativo
En el colegio rural de Otívar, con niños de una decena de nacionalidades, pasa de curso el 85% de los alumnos
El Colegio Público Rural (CPR) Valle Verde está ubicado en un lugar especial y ahí residen parte de sus peculiaridades. Sus alumnos, la mayoría del pueblo de Otívar, donde están las mayores instalaciones de las tres que lo forman (las otras dos son Jete y Lentegí), van a la escuela andando. Y esta está ubicada en lo alto del pueblo, en un paraíso natural, con unas vistas espectaculares.
Este espacio no ha pasado desapercibido para un buen grupo de extranjeros procedentes de diversos países que han decidido instalarse en la zona y que suelen construir un cortijo donde antes no había nada. Allí ven crecer a sus hijos rodeados de paz, tranquilidad y naturaleza, mientras que ellos continúan sus quehaceres o negocios por internet, como ahora les permite la globalización.
Éste es uno de los factores que han contribuido a que este colegio rural albergue a casi una decena de nacionalidades en sus aulas, que conviven en armonía, tal y como comenta el director del centro, Eduardo Uceda.
Así, tienen a ingleses, lituanos, marroquíes, polacos… Algunos también han venido al 'calor' del trabajo en el campo que hay en la zona, en un valle muy rico en productos subtropicales. Pero el 95% del alumnado sigue siendo español, a pesar de que tienen en contra la bajada de la natalidad y el éxodo de estos pueblos por la falta de trabajo.
Entre los tres pueblos que forman el CPR Valle Verde hay casi 180 alumnos y 22 profesores, lo que ofrece una ratio que está en una pinza de unos 6 niños por docente hasta un máximo de 21, lo que viene a confirmar la consabida ventaja de estos centros de que ofrecen una atención más personalizada a los escolares.
"Se trata de un colegio con tres edificios" que se han unificado en un solo centro para compartir gastos, señala Uceda. Además, parte del personal se desplaza a los tres pueblos, en vez de que lo hagan los alumnos.
La bajada de alumnos más importante se produjo en los últimos años en el centro de Jete, que antes tenía 90 alumnos y que ha pasado a 50, por la bajada de la inmigración a esta localidad, con motivo de la crisis.
El director destaca algunos de los beneficios de un colegio rural frente a otro 'convencional': en las aulas multinivel en las que conviven varias edades, que no son todas, "el mayor está repasando los contenidos de años anteriores y el menor está ya conociendo algunos conceptos que dará más tarde".
Los resultados académicos de este centro son muy buenos, ya que tienen un 60% de alumnos de Secundaria que han aprobado todo, y con dos asignaturas pendientes (que promocionan al curso siguiente) llegan al 85%. Uno de los motivos es que permanecen en el centro hasta la ESO, por lo que "les conocemos desde pequeñitos", pero además influye esa atención más personalizada.
A pesar de la riqueza cultural y lingüística, el bullying casi les suena a chino. "Aquí, el problema más grande es porque un niño le ha quitado una pelota a otro", dice Uceda. En este aspecto, es fundamental el hecho de que "hay un grado de complicidad importante con las familias, porque la relación es muy estrecha", añade.
Entre las reivindicaciones que tienen en este tipo de centros figuran la comunicación del presupuesto y el pago puntual y periódico para poder hacer frente a sus gastos; que se tenga en cuenta que sus plantillas están muy ajustadas y que, por tanto, la aplicación del francés les está obligando a "hacer encaje de bolillos"; y, por último, la norma de que las sustituciones no se cubren en los primeros 15 días, que a ellos, dicen, les causa un "perjuicio enorme".
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