La Fuente de las Granadas: una alegoría de la provincia
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El agua es uno de los elementos más característicos de la ciudad de Granada. Mediante la Acequia Real, los árabes trazaron un sinfín de galerías subterráneas que permitieron que fuera la protagonista de la mayor joya monumental de la ciudad: La Alhambra. Asociándose a la pureza y la divinidad, desbordaba de vida las calles del Albayzín y la ciudad gracias a los aljibes, unos depósitos subterráneos que permitían la habitabilidad de cualquier zona de la ciudad. La estética granadina no se podría concebir sin la presencia de un leve susurro del agua, que acompaña cualquier paseo por los clásicos Bosques de la Alhambra.
Principalmente como elemento decorativo, la ciudad alberga a día de hoy un gran número de monumentos y fuentes, que utilizan tan preciado recurso como el protagonista de su configuración. Granadinos y visitantes realizan rutas por toda la ciudad, sorprendidos por los espléndidos manantiales que surgen del subsuelo, dotando a las calles granadinas de una estética única y original.
De entre todas, hay algunas que destacan por su profusión de detalles y gran simbolismo. Su presencia ha concebido vida a su alrededor, llegando a formar parte del argot de los granadinos: “nos vemos en la Fuente de la Plaza Bib-Rambla” o “hemos quedado en la Fuente de las Batallas”. No obstante, una fuente desborda una belleza singular que destaca sobre las demás, la Fuente de las Granadas.
Un vergel a las plantas de Granada
Al contemplar la popular Fuente de las Granadas, observamos una perfecta alegoría de la provincia. Desde el pavimento nace un jardín de plantas que, cada primavera, desbordan color en torno a la fuente. Como si de un manantial natural se tratase, decenas de surtidores ofrecen agua como símbolo de vida a la efigie, que se alza en la parte central.
Cuatro alegorías encumbran una de las tazas que la conforman. Son cuatro personificaciones que radican en la esencia de la geografía granadina: el Darro, la Vega, el Genil y la Sierra Nevada.
El Darro está personificado en un varón con gran fuerza, que sobre sus manos sostiene una bandeja de metal. Referenciando a la propia composición del cauce del río, se apela al pasado histórico que le da nombre. Los granadinos acudían a sus orillas en busca de oro, que traían sus aguas hasta la ciudad de Granada.
La Vega está personificada en una diosa femenina de gran fuerza y valor. En su pelo presenta clásicas espigas de trigo, que simbolizan la fertilidad y la gran fuerza de las tierras que conforman la Vega granadina, y que rodean la ciudad de Granada.
La Sierra Nevada está personificada en una diosa, que alza con sus propias manos la efigie. En su cabello presenta la popular flor de las Nieves, símbolo de la fauna y la flora autóctonas de la zona que desde hace siglos pueblan los valles de la Sierra granadina.
La alegoría del Genil representa a Granada en su estado más puro. El principal afluente que recorre el centro de la ciudad también sostiene una composición, que emana profunda tradición e historia de la ciudad.
Sobre unas granadas se eleva la propia ciudad, personificada en una diosa rebosante de motivos frutales. Observa fijamente el paso de los granadinos por la zona, y les presenta con su mano izquierda la fruta que da nombre a la ciudad, y parte de la historia que se muestra a sus pies.
El genio granadino de la escultura
El granadino D. Ramiro Megías fundió en acero la historia que da vida a la ciudad de Granada. Inaugurada en 2007, fue donada por Emasagra a la ciudad. El lamento del agua domina, desde aquel día, el Paseo del Salón, habiéndose convertido en tan sólo unas décadas en una de las señas de identidad más destacadas del casco histórico. Tal y como recitaba el ilustre granadino Federico García Lorca, “por el agua de Granada, sólo reman los suspiros”.
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