Un cartel sorprende en la cristalera de una juguetería que todos alguna vez hemos visto paseando por el Centro. Reza: "50 años. La juguetería más antigua de Granada". Automáticamente la curiosidad se activa. Y, en realidad, esta empresa tiene 70 años de historia. Es la vida de un comercio de cercanía, de barrio, que fue una de las tantas jugueterías que residían en el corazón de la ciudad y, la única que resiste a los envites del tiempo, las grandes superficies y la venta online desde su fundación.
Una historia de generaciones que han estado al día de todas las modas de juguetes infantiles. Tras el mostrador, Eduardo Valverde, empleado y marido de una de las dueñas, Encarnación Romero que junto a su hermano, Carlos Romero, sigue al frente del Bazar Bibarrambla. Esta juguetería, con 50 años de vida, es la hermana de la que fue más antigua aún, llevaba el mismo nombre, se fundó en 1954 y cerró hace 10 años. Ahora ellos tienen el testigo.
El fundador del primer Bibarrambla, Francisco Romero, aprendió trabajando para el mayor juguetero "de Madrid hacia abajo", Don Juan Ortega, dueño de los Almacenes El 95 ubicados en la plaza Bib Rambla. En esos almacenes, llamados así porque al principio vendía sus productos a 95 pesetas, el joven Romero comenzó lo que sería una vida entera ligada al juguete en Granada.
Romero "se hizo mayor, se emancipó", cuenta Valverde, y en 1954 y decidió abrir su propia tienda, el Bazar Bibarrambla. Esta, como todas las jugueterías de Granada entonces, estaba en dicha plaza céntrica. Este era el nombre de la juguetería original, que conserva la actual.
Visto el éxito juguetero, Romero comenzó a abrir más establecimientos y uno de ellos fue este Bazar Bibarrambla ubicada en Puentezuelas desde 1978, aunque ahora también se llama Toy Planet. Los jóvenes lo conocen por este último, los de toda la vida siempre dirán que han bajado al Bazar Bibarrambla a comprar los Reyes o cumpleaños, explica Valverde.
"Estamos muy orgullosos de seguir vivos" también de ser la más antigua de Andalucía, asegura Eduardo Valverde que indica que la primera tienda tuvo que cerrar en 2014: "En Bib Rambla ya no quedan comercios, solamente hostelería". Y acierta, lo que de toda la vida fue una de las arterias comerciales de Granada de comercio tradicional, se fue desvaneciendo en pro del turismo y la restauración.
Al comienzo, el Bibarrambla era, efectivamente, un bazar donde se podía comprar un poco de todo: cuerda, sillas etc, hasta que, al final, se especializaron en el juguete. A día de hoy, bromea Valverde, hay quien al ver en el rótulo el nombre "bazar" lo confunde y "ha entrado preguntando por cepillos de dientes".
La juguetería, como todos los negocios pequeños está pasando por horas difíciles "por la venta online y las grandes superficies", además de la falta de niños, pero esta juguetería familiar granadina sigue apoyándose en los clientes de toda la vida y los vecinos del barrio. "Aquí han venido a comprar varias generaciones, yo he visto hasta tres, los dueños seguro que alguna más", dice Valverde.
Los juguetes favoritos
De los juguetes, los favoritos e imperecederos son los Lego y los Playmobil, dos clásicos entre los clásicos y un valor seguro, así como las Barbie que han visto un nuevo renacer tras el éxito de la película. "Siempre se han vendido mucho, pero desde el estreno se ha notado el cambio" relata.
Otro 'boom' en ventas vino con la pandemia que trajo consigo una nueva era de los juegos de mesa. No solo los clásicos con nutridos club de fans como el Catán o el Risk, también otros de nueva generación, no tan largos, e igual de entretenidos y para todas las edades "que son los favoritos tanto de chaveas como de padres que los compran para evitar el exceso de pantallas y poder jugar con sus hijos".
Sobre el comercio de barrio, en concreto el del Centro de Granada, en peligro de extinción, Valverde comenta que un barrio muere cuando pierde sus tiendas. "A la gente le gusta Granada, pasearla y cuando un comercio se apaga y un escaparate se cierra va desapareciendo la vida", dice este juguetero que se queda con la satisfacción de contar con una clientela también familiar donde los que recibían juguetes de padres o abuelos ahora son quienes se acercan a comprarlos para sus hijos. Y así se hace la vida.
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