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"No podía creerme que iba a pitar la primera final olímpica de rugby"

  • ALHAMBRA NIEVAS (Beas de Granada, 1983) llegó al rugby casi de casualidad mientras estudiaba 'Teleco' en Málaga. Vio un entrenamiento y se calzó las botas para jugar con España, pasarse a árbitra y ser nombrada la mejor del mundo en 2016. Acaba de retirarse tras pitar en el Mundial de 'sevens'.

Es difícil elegir un verano, ya que he tenido la suerte de vivir muchos en mi pueblo natal, Beas de Granada, rodeada de familia, amigos y mucho deporte desde pequeña, que los hacía a cada uno único y diferente. Pero precisamente rescatando aquellos sueños de niña, me quedo con el verano de 2016 en el que cumplí el inmenso deseo de ser olímpica. Fui designada por World Rugby, la federación internacional, como árbitra principal para los primeros Juegos Olímpicos para el rugby a 7. Tuve el honor de representar a España junto con nuestras selecciones femenina y masculina, que se clasificaron en el último torneo preolímpico mundial (jugados en Dublín y Mónaco, respectivamente), dándonos una de las mayores alegrías para nuestro deporte de la historia... Aún recuerdo las lágrimas de alegría que compartimos.

El camino hasta Río estuvo lleno de pasión, trabajo y también muchos sacrificios. Durante ese verano hubo muchas intensas jornadas de entrenamiento en la clínica ElCano Sport, en Málaga, pero también en Beas, en mi tierra, que con sus 1.000 metros de altura y sus largos carriles, contribuyó mucho para llegar en las mejores condiciones físicas a la gran cita.

Pasaron por mi cabeza todos esos recuerdos de veranos en Beas anhelando estar en un evento así"

Esa temporada alcancé el récord de partidos arbitrados tanto en modalidad de XV como VII, lo que supuso llegar muy fina técnicamente. Y la parcela mental también tuve que trabajarla, gracias a las múltiples finales que dirigí, tanto a nivel nacional como internacional. Un año que sólo quedaba redondear disfrutando del mayor evento deportivo del mundo.

Y tocó partir. Primero a Argentina, donde nos concentramos para prepararnos como equipo. A veces olvidamos que, aunque estemos solos dentro de las líneas de cal de un campo, seguimos siendo un equipo. Disfrutamos de unos días duros, pero aún más ilusionantes, que nos acercaban a coger ese último vuelo a Río de Janeiro. ¡Y llegó el día! La llegada a Río, que arrancó compartiendo cola para las acreditaciones en el aeropuerto junto a las hermanas Williams y la invencible selección de baloncesto de Estados Unidos. Ahí empezamos a entender lo que significan unos Juegos Olímpicos.

Los días volaron entre entrenamientos para aclimatarnos, reuniones técnicas, hacernos con el kit... Sin darnos cuenta, llegó el día de la ceremonia de inauguración. Con un ápice de mala suerte, tuvimos que verla desde nuestra residencia porque al día siguiente, a primera hora, nos tocaba trabajar. Lo primero, por supuesto, la competición. Tras un último descanso, entre nervios y con una tensión distinta, debuté en unos Juegos Olímpicos: Inglaterra-Brasil. El estadio, volcado. Siempre se nota cuando juega el anfitrión. Una sensación espectacular que no puedo describir.

La competición avanzaba y los nervios quedaban a un lado. Y sin darme cuenta, en la última reunión para comunicar quién dirigiría la primera final para el rugby a 7 en unos Juegos, pronunciaron mi nombre. Las lágrimas de alegría brotaron de golpe, no podía creerlo aun siendo consciente del nivel de rendimiento que había tenido en el torneo. Pasaron por mi cabeza todos esos recuerdos de veranos en Beas anhelando estar en un evento así, las horas de entrenamientos, todos los sacrificios, toda la gente que me ha ayudado y apoyado en positivo. Arrancó mi 33 cumpleaños, eso sí hora española, mientras dirigía en Río de Janeiro la final olímpica entre Nueva Zelanda y Australia. Por esta final, pero sobre todo por los maravillosos recuerdos que siguen latentes y el inmenso cariño que recibí durante esos días, el verano de 2016 es sin duda, hasta la fecha, el mejor verano de mi vida.

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