El pueblo de Granada donde el Conde de Moctezuma fue excomulgado por la Iglesia
Esta curiosa historia tiene como protagonistas a unos toros, curas y al descendiente del último emperador mexicano
El pueblo de Granada con 48 horas de fiesta entre vino y hogueras

En Granada hay un pueblo que carga las páginas de sus memorias de litigios históricos, de 'misiones' reales, visitas de la inquisición y de, en definitiva restos de la Historia con mayúscula tan curiosos como atractivos que se mantienen vivos a día de hoy.
Se trata de una localidad no especialmente conocida de la provincia, por desgracia, aunque no por ello menos bonita e interesante. Cargada también de fiestas populares riquísimas, este municipio sorprende cuando se rebusca, incluso levemente, en su historia.
La Peza, ubicada en la comarca de Guadix y enmarcada dentro del paisaje del Geoparque granadino y a los pies de Sierra Nevada, es un pequeño punto en el mapa de la provincia (cuenta con poco más de 1.100 habitantes) que, sin duda, hay que conocer.
Sus orígenes son romanos, era un antiguo castro, cuyo nombre procede del término 'lápice', que significa piedra, explican desde su Ayuntamiento.
Si bien, como se ha comentado antes, dentro de sus anuarios esconde no pocos momentos históricos reseñables, existe uno de ellos que llama la atención especialmente y está estrechamente relacionado con la Iglesia y con un descendiente del último emperador mexicano.
La excomunión por una fiesta
En el Consistorio lapeceño guardan con orgullo la historia de su municipio y, en cuanto a este episodio explican que la historia de este excomunión parte de unas fiestas y de la celebración de los toros en un lugar 'sagrado'.
El relato comienza cuando, en 1631, el Conde de Moctezuma, bisnieto del último emperador mexica, Pedro de Tesifón de Moctezuma, compra la Villa de La Peza, la cual más tarde convierte en Señorío.
"Desde entonces, pasó a llamarse Monterrosano de La Peza. Según consta en la escritura, D. Pedro Tesifón compró el lugar por un precio estimado a 3.626.000 maravedís, con un total de 200 vecinos y una legua de término", recogen desde el Ayuntamiento.
Penas de cama y sangre
Hasta ahí todo dentro de la 'norma' del momento, al hacerse con la villa, el Conde prácticamente se arrogaba el poder de facto en todo el pueblo: "la jurisdicción civil y criminal, alta, baja, mero mixto imperio, penas de cama y de sangre, mostrencos y demás rentas jurisdiccionales".
Lo que no incluían aquellas 'escrituras' era, no obstante, el poder divino. Ni en el cielo ni, por supuesto, sobre el suelo. Y de aquí surgió la excomunión de un Conde en Granada.
"En 1632, con la recién llegada del conde y con motivo de las fiestas por la Virgen del Rosario se hicieron fiestas de procesión, comedias y danzas", relatan desde el municipio, a lo que se sumó un festejo taurino donde corrieron toros.
Precisamente en este punto es cuando se tuerce la historia, "los toros aquel año se hicieron aprovechando un solar destinado para la iglesia" y a pesar que, "los eclesiásticos amonestaron al Conde por ser lugar sagrado y le amenazaron con la excomunión", el bisnieto de Moctezuma decidió celebrarlos igualmente". Ese fue el final de una historia que acabó con un Conde excomulgado por la Iglesia.
Los vecinos ganaron un monte a los Moctezuma
El paso de este Conde por las tierras de los lapeceños y lapeceñas no acabó con un solo contratiempo. Siete años más tarde, en 1637, el rey Felipe IV "concede al Conde la parte de monte de realengo que la Corona decía tener en el término".
Al enterarse de esto, los vecinos tiraron de 'hemeroteca' legal, el Apeo, y demostraron que ese monte (propiedad anteriormente de los moriscos alzados) les pertenecía desde que Felipe II se las había vendido.
Sigue este curioso relato contando que, un año más tarde y ya con el conde fallecido, su esposa, Jerónima Pórrez del Castillo "en nombre" de sus hijos menores, Teresa y Diego Luis de Moctezuma, seguía manteniendo el litigio vivo.
La discusión, finalmente, fue zanjada en 1646 el Supremo Consejo de Castilla, que "declaró el uso y aprovechamiento del monte por el común de los vecinos. Aunque, no la propiedad del mismo".
Esto quiso decir que, si bien las tierras no fueron devueltas a los vecinos, estos sí tenían derecho al "uso y aprovechamiento" de las mismas.
"Ya sea para pastar con sus ganados la hierba y consumir la bellota del dicho monte. Además, de poder cortar y sacar de el la leña verde que hubiere necesidad para los aperos de sus labranzas, fabricas y reparos de sus casas y de sus familias", explica el Ayuntamiento.
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