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Más roja que nunca

  • Cerca de 700 personas portan una bandera de España gigante desde el ayuntamiento a Los Cármenes · Ambiente festivo en la ciudad durante toda la mañana del partido

A los granadinos nos basta un poco de sol y de calor para echarnos a la calle a disfrutar. Si encima el sistema nervioso de la ciudad anda revuelto como estos días por la visita de la campeona del mundo fútbol, los ingredientes para vivir una gran jornada ya están servidos.

El corazón de Granada palpitó ayer en rojo y gualda. La mañana amaneció primaveral y ardiente, con una temperatura más apropiada para el Día de la Cruz que para un viernes más de finales de marzo. Una suave brisa hacía más agradable el paseo y movía las banderas nacionales que, de repente, han vuelto a los balcones y ventanas de los edificios de la ciudad. El tiempo parecía haberse echado para atrás en un rebobinado que se detenía en el glorioso julio de 2010.

La ciudadanía ha vivido el partido de muchas maneras. Los que tuvieron la suerte de adquirir una entrada parecieron esconderse en una madriguera, como si guardaran su preciado tesoro de las garras de un señor oscuro o un hobbit despistado. El resto de eventos relacionados con el partido entre España y República Checa fueron coto de los que no pudieron hacerse con un boleto para el encuentro. Como el acto promovido por uno de los patrocinadores de la selección española, que desplegó una bandera gigante de cien metros de largo y seis de ancho y que recorrió la distancia entre la Plaza del Carmen y el estadio del Zaidín.

Fueron cerca de 700 voluntarios los que se lo pasaron bomba portando la enseña patria y que obtuvieron sus regalos por su disposición. El pistoletazo de salida al acto tuvo como padrino al alcalde de la ciudad, José Torres Hurtado, flanqueado en el escenario por celebrities de Granada como la cantaora Marina Heredia, acompañada por su marido, el diestro Chicote; el matador David Fandila 'El Fandi' o la esquiadora Victoria Padial. También estaba Rosa López, o 'Rosa de España', que no podía perderse el partido. Le dijo a toda la concurrencia que, gracias a Cruzcampo, organizador de la 'banderada', tenía dos entradas. Un jubilado que estaba en el acto masculló un "mira qué suerte" con cierto aire de coraje.

Una charanga puso música y animación al acto mientras la insignia rojigualda empezaba a desplegarse. Sonaban las notas del 'Que viva España' de Manolo Escobar. La música y la primavera alteraron la sangre y hasta Rosa López y el alcalde Torres Hurtado se animaron a bailar el famoso pasodoble, una escena que a este redactor le hizo recordar a Lolita Sevilla y a Pepe Isbert dando la bienvenida al americano. Curioso, simpático, divertido. También 'berlanguiano'.

Y americanos eran, concretamente de Estados Unidos, dos turistas de rasgos asiáticos muy bien diferenciados que se colaron en el festín nacional-cañí que un simple partido de fútbol ha traído hasta Granada. Una pareja ataviada con su camiseta de 'La Roja', con las tres bandas roja, amarilla y roja pintadas en los mofletes, y con una sonrisa de no saber muy bien qué pasaba. Pero sí que lo sabían. Pese a ser del estado de Michigan, donde el fútbol no levanta pasiones, ambos entendían y dijeron amar el juego de España. Al terminar la conversación se les vio entrar en La Cueva. ¡Anda que son tontos!

La 'excursión' hasta Los Cármenes fue una fiesta, con los comerciantes asomados en las puertas de sus locales y el tráfico cortado, pero todo volvía a la normalidad cuando la comitiva pasaba de largo, como si nada hubiera sucedido. Como si la campeona del mundo no jugara en Granada. El ritmo de la ciudad volvía a ser el de un viernes corriente, demostrando lo efímero de la estancia de España. Además, el paso no es que fuera muy pausado, si no a 'paso de mudá', como los pasos de Semana Santa cuando las inclemencias del tiempo amenazan a las figuras divinas.

En marzo hubo quien hizo el agosto. De las camisetas de la Selección que se podían ver por el centro, quienes más las portaban eran los vendedores ambulantes. Su calidad, dudosa: Amidas, Dadis, Adias... Lo que sí se vendieron a cascoporro fueron banderitas y cualquier símbolo que volara al viento con los colores identificativos de España.

Entre tanto ajetreo parece que pocos cayeron en la presencia de la selección checa en Granada. El rival de España, lógicamente, no ha levantado tantas pasiones pero su hotel siempre estuvo rodeado de curiosos. A eso de la una de la tarde un exaltado grupo de chicas rogó a un empleado del Hotel Palacio de los Patos que les dijeran los jugadores checos que se acercaran a la cancela. Los jugadores, de lejos, obervaron la escena sin entender nada, y con pocas ganas de levantarse de la terracita donde tomaban el sol relajadamente.

En los aledaños del estadio, el colorido correspondía a los puestos de bufandas y banderolas. Y sorprendía una cola formada en las taquillas de Los Cármenes en busca de un milagro en forma de entrada, aunque en las ventanillas rezaba un claro 'Entradas agotadas'.

Mientras la tarde menguaba, las calles de Zaidín se transformaron en un hervidero de personas cargadas de una ilusión enorme por ver a sus ídolos. Sólo han sido 17.000 los privilegiados. Demasiado pocos para un regalo del que deberían disfrutar el máximo de granadinos, que se comerán su envidia en casa frente al televisor. Hace falta ampliar el estadio ya. Lo dicen los que viven del fútbol en esta ciudad y ahora debería ser un clamor entre los granadinos. Es ahora o nunca.

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