"Nos queda todavía el gran sueño, si conseguimos consolidar el Espacio Europeo de Educación Superior: que todo estudiante universitario pueda estudiar, al menos, un semestre completo en otra universidad de cualquiera de los 27 Estados Miembros. Este es el gran reto del proceso de Bolonia". Con esta conclusión cerraba ayer el político y catedrático Manuel Marín González su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa en el Rectorado de la Universidad de Granada.

Su decidida apuesta por el programa Erasmus, en "su inicio polémico y de futuro incierto" como lo definió la vicerrectora de Relaciones Internacionales de la UGR Dorothy Kelly, que fue la encargada de presentarlo, ha hecho que este hombre sea considerado uno de los responsables directos de su éxito.

La vida profesional e incluso sus estudios de posgrado han estado dedicados a la integración europea y "atraer a los jóvenes hacia el proyecto era una parte clave del proceso", según reveló ayer. "Queríamos que los universitarios pudieran vivir y comprender a los vecinos europeos, que hablaran idiomas y superaran las estrecheces de los campanarios locales..", rememoraba Marín al recordar la Europa de hace 25 años, dividida, con el Muro de Berlín, la OTAN y el Pacto de Varsovia.

Pero Erasmus nació de un serio conflicto con algunos estados. "En aquel tiempo la educación y la cultura se consideraban como parte indisoluble de la identidad y soberanía nacional y no podían ser objeto de políticas comunitarias", explica el profesor. "Teníamos que abrir las fronteras y romper este corsé", dijo. Y no lo dudaron, pues dos países europeos llevaron sus reticencias hasta la Corte de Justicia y Marín trabajó para ganar este pulso. Con el cambio se adoptó la carta Magna de las Universidades Europeas en Bolonia (1988) y se sentaron las bases de lo que hoy es el Espacio Europeo de Educación Superior.