Granada

Un año de restas

  • El mandato empezó con la disolución de los organismos autónomos; siguió con recortes en los puestos de confianza · El equipo de gobierno se pasó el año esperando a Arenas

La calculadora ha sido, sin duda, la gran protagonista durante el primer año de mandato de José Torres Hurtado tras las elecciones del 22 de mayo de 2011. Y no precisamente por la cantidad de inversiones, contrataciones o proyectos que se han puesto en marcha. Al contrario, la tecla del 'menos' ha sido la que más trabajo ha tenido durante este primer año en el que la situación económica se ha comido toda posibilidad de bonanza en la ciudad.

El discurso de investidura del alcalde aquel 11 de junio ya ponía las mimbres de lo que se esperaba de los granadinos: esfuerzo, sacrificio, ahorro y austeridad. Cuatro palabras con las que los ciudadanos ya llevan bregando años y que explotó en el conocido 15-M. De hecho, aquel sábado de junio, la 'banda sonora' del pleno de investidura fueron los gritos y la cacerolada de los miembros del movimiento que volvieron a ocupar la Plaza del Carmen para mostrar su descontento.

"Solicito la ayuda y colaboración de los granadinos para, entre todos, el primero el Ayuntamiento, instaurar la conciencia del ahorro, del respeto a lo público, de la convivencia cívica", apuntaba José Torres Hurtado en su discurso.

Y el mandato comenzó con la primer resta (-600.000 euros) derivada de la reestructuración de todas las concejalías y la reducción de cargos de confianza, en una clara demostración de que el ahorro iba a ser el caballo de batalla del equipo de gobierno durante todo el año, ahogados por la extrema situación económica que viven las corporaciones locales.

La segunda resta (-12 millones llegó allá por el mes de diciembre, con la disolución de los organismos autónomos, la Gerencia de Urbanismo, el Patronato de Deportes, el Instituto Municipal de Empleo, el Patronato de la Huerta de San Vicente y el Patronato Manuel de Falla.

Pero el recorte iba más allá de las instituciones, suponía el primer revés a los trabajadores interinos y personal contratado, entre los que cundió la inquietud. No fueron los únicos que experimentaron este sentimiento, la calculadora siguió proyectando recortes en las empresas Clece, Eulen, Rober y Acisa, no en forma de despidos sino utilizando la fórmula de contratos no renovados, lo que ha convertido durante todo este año a la Plaza del Carmen en escenario habitual del descontento ciudadano.

Por supuesto, a estas alturas ya nadie piensa en la ejecución de proyectos en la ciudad, en la creación de nuevas infraestructuras o en la remodelación de espacios. Ahora la máxima preocupación del ciudadano es mantener su puesto de trabajo y que no le toquen el bolsillo... más, lo que ha sumido a la ciudad en un sutil letargo a la espera de que cambie la situación.

También el equipo de gobierno paró el paso confiando en que Javier Arenas se hiciera con la presidencia de la Junta de Andalucía y la gestión municipal fuera miel sobre hojuelas. De Isabel Nieto escuchamos decir que los proyectos importantes de la ciudad iban a quedarse en el cajón hasta que pasaran las elecciones. Y al final las urnas lo dejaron todo igual; todo menos el ánimo de los populares, que sufrió un duro revés después de que se vinieran abajo sus sueños azules.

"La situación es complicada pero sostenible", diagnosticó el Ayuntamiento, apoyando esta afirmación en los datos de los últimos años. Hace tres años el presupuesto municipal era de 400 millones, este año es de 300, a lo que hay que añadir la ausencia de ayudas por parte del sector privado que también se ha visto obligado a no sacar la mano del bolsillo.

Los números no abandonaron al equipo de gobierno en todo el año, y la primavera de 2012 comenzó con el plan de ajuste del Gobierno central, que sacó a la luz 3.730 facturas por valor de 107 millones de euros. La buena noticia para los proveedores -que cobrarán sus facturas antes del 31 de mayo- se torna una soga al cuello para el Ayuntamiento, que estará hipotecado durante los próximos diez años a razón de 5 millones anuales los dos primeros años y 16 los restantes.

La excepcional medida supondrá poner el reloj a cero con los proveedores pero tras aceptar esta medida de urgencia cabe hacerse algunas preguntas ¿Por qué Granada reconoció una deuda de 107 millones y otras capitales como Málaga -con el doble de población y gobernada también por el PP- reconoció sólo 4 millones? ¿Qué opciones de desarrollo futuro le quedan a Granada después de asumir una deuda tan desorbitada? ¿Se ha hecho una buena gestión en los últimos años?

Y otra, ¿qué va a hacer el Ayuntamiento para no seguir acumulando nuevas facturas tras hacer tabula rasa en el cajón? Porque, a partir de ahora, además de no tener dinero, el Consistorio tiene que hacer frente al pago de un 'lustroso' crédito, lo que le va a obligar a seguir restando.

Con este panorama por delante, cuando el próximo martes día 22 de mayo el equipo de gobierno inicie el segundo año de mandato sólo podrá tener en mente un reto: seguir prestando servicios con la misma calidad pero con menos recursos. Un equilibrio que se antoja complicado y que obligará al Consistorio a seguir diciendo no a muchos vecinos.

Ocurrió con las fiestas de barrio, donde el Ayuntamiento recortó a la mitad las ayudas que venía ofreciendo a los distritos para sus festejos. 500.000 euros menos de gasto. La medida fue aceptada y comprendida por la mayor parte de la ciudadanía aunque generó malestar en los barrios con fiestas de gran tradición como el Zaidín y La Chana. El primero de ellos ya venía espoleado después de un verano 'calentito' que se cebó con su tradicional biblioteca de las Palomas y que, inevitablemente, terminó convirtiéndose en sede de la agrupación de coros y danzas de la ciudad.

Desde luego ha sido un año con nulas inversiones económicas pero con decisiones muy polémicas. No hay más que recordar la peatonalización del Paseo de los Tristes, que levantó a los vecinos del Albaicín, contrarios a que se les dejara aislados en su propia casa.

Posiblemente, gobernar en estas circunstancias no deje mucho margen de maniobra a un equipo de gobierno pero, ¿se pueden hacer las cosas de otra manera?

Está claro que los vecinos están dispuestos a hacer todos los esfuerzos que sean necesarios siempre que no se recorte en servicios básicos mientras se mantienen partidas superfluas: coches oficiales, fiestas o una televisión deficitaria. La línea por la que se debe o no recortar es muy frágil y da lugar a serios debates acerca de qué es o no prescindible. Es el caso de la subvención a la Federación de Cofradías, la partida destinada a las fuentes ornamentales o la destinada al cambio de flores en los parterres de la ciudad. ¿Se pueden eliminar? Está claro que casi todo es prescindible pero también hay que valorar la imagen y la capacidad de atracción turística que generan ciertas partidas en la ciudad. La clave será una gestión eficaz.

Y es que aunque los años de crisis no son fáciles, también generan oportunidades. No hay que olvidar la necesidad de plantear unos mínimos acuerdos que permitan que la ciudad no se estanque y, sobre todo, no perder de vista que hay que administrar el dinero público con mucho respeto.

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