Granada

El primer amor de Carlos V

  • Cuando vino a Granada a pasar su luna de miel ya era padre de una niña habida con su abuelastra Compartió con su abuelo Fernando el Católico el placer de una misma dama

Están de moda las series y los enrevesados telenovelones. Aunque poco interesan al historiador los secretos de alcoba que a veces se imaginan y a veces se inventan, porque para saber la verdad del cuento habría que olisquear tras las cortinas o mirar día y noche por el ojo de la cerradura. Sin embargo, coinciden los biógrafos en referir parte de la vida de la segunda esposa del rey Fernando el Católico. Se llamaba Germana de Foix y era sobrina del rey de Francia Luis XII. Mujer agraciada físicamente, viuda por tres veces de tres maridos de nombre Fernando; querida primero y odiada después cuando vio que su figura se deformaba acabando por ser una de las mujeres más gordas del reino.

Al enviudar en 1504 el rey aragonés de la que fuera reina de Castilla Isabel la Católica hubo que buscar una segunda esposa que asegurara la sucesión a la corona para evitar que cayera en manos de Felipe el Hermoso y Juana la Loca. Por el Tratado de Blois con el rey Luis XII se busca a su sobrina Germana para esposa cuando solo contaba 18 años, mientras el viudo Fernando tenía 53. Se casaron por poderes en 1505 y al año llegaron a tener el hijo que deseaban: Juan de Aragón y Foix. Pero el niño murió a los pocos días.

Sabiéndose Fernando "muy mayor" empezó a tomar bebedizos afrodisíacos que le fueron restando la salud sin sumarle nueva descendencia, a pesar de que de joven había sido hábil artillero entre las sábanas de su alcoba. Rondaban en la Corte algunos galanteadores de su joven y guapa esposa Germana; citan los cronistas a un tal Antonio Agustín, al que Fernando celoso mandó encarcelar. Su esperanza de vigilar a Germana estaba en su nieto, el que sería luego emperador Carlos V. Y fue a él al que Fernando le encargó que cuidara de su esposa cuando enviudara; esto le dijo: "Cuida de tu abuela Germana pues, después de Dios, no tiene otro remedio sino vos".

El joven y fogoso Carlos muy a pecho se debió tomar este encargo, pues solo al ver a la que sería su abuelastra Germana, mujer hermosa y aún joven, se enamoró apasionadamente de ella. Contaba la de Foix 29 años y todavía no había ganado los muchos kilos que luego la convertirían en una de las mujeres más obesas del reino. Dicen los cronistas que el enamorado nieto Carlos no sólo la acompañaba y la consolaba calmando su ahogo sino que la agasajaba con frecuentes banquetes y regalos.

Estando en Valladolid mandó incluso construir un puente de madera para pasar sin ser advertido desde el Palacio real a la cercana casona de Germana; fruto del paso frecuente del puente fue una hija a la que pusieron de nombre Isabel y de la que se conoce poco. Pero hubo quien apartó enseguida a Germana de Carlos casándola rápidamente con un marqués de nombre precisamente Fernando. Quedó de nuevo viuda y volvió a casar con otro Fernando de Aragón, duque de Calabria. Y ya van tres.

Murió Germana sin descendencia a los 49 años después de haber sido virreina de Valencia y condesa de Barcelona; su enorme cuerpo fue sepultado en el Monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia. Aunque en su testamento dejó bien claro que su mejor collar de perlas fuera para la "infanta Isabel", sin duda la hija tenida con Carlos V. Descanse en paz esta 'Matafernandos de Foix' que si algo bueno dejó al futuro emperador Carlos fue iniciarlo en el calor de las sábanas y enseñarle las mieles del amor con mujer madurita. Cuando Carlos V vino a Granada recién casado con Isabel de Portugal ya sabía lo que era una mujer. Si abuelo y nieto compartieron las glorias del poder, también compartieron el placer de una misma dama, ancha de caderas, guapa de cara y de nombre Germana.

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