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Luis Mariscal Parado, el brillante gris

  • El mejor expediente del 27 granadino y el personaje con la más anodina carrera diplomática de su generación Mariscal acusó a García Lorca de copiarle los trabajos de las 'excursiones de estudio'

LUIS Mariscal Parado fue el más brillante miembro de lo que se llamó 'la palma real', aquel grupo de jóvenes intelectuales granadinos de los años veinte que formaron el entorno de personajes como Federico García Lorca, Manuel Ángeles Ortiz y Fernando de los Ríos, entre otros muchos. Rinconcillista, o sea miembro de la tertulia El Rinconcillo, la que se diera en el Café Alameda de la Plaza del Campillo, formó parte de aquel único grupo cultural, pero su carrera como diplomático fue la más gris de todos sus otros compañeros granadinos, entre ellos Miguel Pizarro Zambrano y Francisco García Lorca. Las veinticinco matrículas de honor que figuran en el expediente del Instituto Padre Suárez más otras tantas en el de la Universidad de Granada, donde cursó las carreras de Derecho y Filosofía y Letras, no se correspondieron con una especial brillantez en la diplomacia.

Luis Mariscal Parado nació en Granada en 1895, en la céntrica calle Candiota, dependiente de la parroquia de San Justo y Pastor, donde fue bautizado. Era hijo del 'jornalero' Francisco Mariscal Jiménez y de María Gracia Parado, cuya familia procedía de la localidad jienense de Úbeda. Luis se incorporará al grupo de notables del 27 granadino a través del Instituto Padre Suárez, donde coincide con Federico y Francisco García Lorca, Miguel Pizarro, y Melchor Fernández Almagro, entre otros. Luis fue el gran amigo de Federico y Francisco en el Padre Suárez, pero también se convirtió por encargo del patriarca de los García Lorca en 'el representante legal del interesado' y quien les resolvía todos los papeleos. Su nombre se incorporará a la historia de la 'palma real', como se llamaba a esa generación de jóvenes intelectuales granadinos, a través de las excursiones de estudio organizadas por el profesor salmantino Martín Domínguez Berrueta. "De entre todos los métodos de enseñanza ninguno es tan fructífero como este de las excursiones de estudio. Ellas nos descubren la patria que está casi por completo ignota", escribió Mariscal. El futuro diplomático se convirtió en el alumno preferido de Domínguez Berrueta, a quien acompañó por media España entre los años 1914 a 1919 junto a los estudiantes de Granada. El salmantino había llegado a Granada para ocupar la Cátedra de Teoría del Arte y la Literatura de la Facultad de Letras y puso de moda entre sus alumnos este tipo de 'excursiones de estudio', en la línea educativa de la Institución Libre de Enseñanza. Empezó por girar visitas a los conventos y monumentos granadinos, hasta que realizó el primer viaje fuera de Granada en febrero de 1914 a Baeza, Jaén, Cabra y Córdoba; a él se apuntaron siete alumnos, entre ellos Gallego Burín. En el Instituto de Baeza fueron recibidos por Antonio Machado. En un nuevo viaje a Baeza, Úbeda, Córdoba y Ronda en junio de 1916 ya aparece el nombre de Federico García Lorca. Los siguientes viajes a Castilla, Galicia y León de 1916 y 1917 sirvieron al poeta de inspiración para su primer libro Impresiones y Paisajes publicado en 1918. Luis Mariscal había publicado artículos similares a los contenidos en la primera obra de Federico, lo que le llevó a la sospecha de plagio y al enfado mayúsculo con el poeta, al que conocía muy bien, y al que acabó calificándolo de "capitalista y poeta por sport". El enfado del profesor y del discípulo predilecto con García Lorca fue a mayores por un capítulo de Impresiones, en el que apenas menciona a Martín Domínguez. El clímax de las desavenencias fue culpa de una discusión en la que el profesor Berrueta defendía la calidad artística del San Bruno de la Cartuja de Miraflores, obra del escultor portugués Pereyra, mientras que Lorca la puso fatal en su libro, diciendo que no tenía expresión ni sufrimiento espiritual. "Estamos soportando en España una serie de esculturas ante la cuales los técnicos se extasían; pobre idea del pobre señor Pereira… Este santo tiene la rudeza de un patán", escribió Lorca. Berrueta le devolvió el libro Impresiones cuando Lorca se lo envió; y además el libro no fue dedicado a su profesor de Arte, Domínguez Berrueta, sino a su maestro de música Segura Mesa.

A pesar de aquellas desavenencias propias y habituales del mundo cultural granadino, Luis Mariscal continuó la amistad y frecuencia con sus coetáneos a través de la tertulia del Rinconcillo, que se desarrollaba en el Café Alameda, que estaba en la Plaza del Campillo, en una casa que hoy se encontraría junto a un conocido restaurante. Mora Guarnido describe el ambiente de aquel lugar en el libro Federico García Lorca y su mundo. Se denominó de tal manera debido a que sus miembros se situaban al fondo del café, detrás de un pequeño tablado donde actuaba un quinteto musical, en un rincón que bien podría acoger a dos o tres mesas. El personaje dinamizador, como se diría en la actualidad, de aquellas reuniones era Francisco Soriano Lapresa, un hombre leído y provocador de la 'carcundia', que abastecía a los jóvenes de literatura rusa y de lo último de la música europea contemporánea. Al grupo, además de los hermanos Federico y Francisco García Lorca y de Luis Mariscal, se sumaba Melchor Fernández Almagro, Antonio Gallego Burín, Miguel Pizarro Zambrano, el filólogo José Fernández-Montesinos, José María García Carrillo, Fernando de los Ríos, el arabista José Navarro Pardo, Manuel Ángeles Ortiz, Ismael González de la Serna, Hermenegildo Lanz, Juan Cristóbal, Ramón Pérez Roda, Ángel Barrios y un jovencísimo Andrés Segovia. El mayor de aquel jovencísimo grupo era el socialista Fernando de los Ríos, quien fuera ministro de Justicia e Instrucción Pública. La tertulia acogió la llegada de Rudyard Kipling, Rubistein y Wanda Landovska, entre otros personajes.

Los nombres de Luis Mariscal y de Miguel Pizarro no aparecerán entre los presentes en el Concurso de Cante Jondo de 1922. Los dos emprenden su marcha de Granada, uno de ellos a Tsalónica, y el otro a Japón. Sus amigos los despidieron con una cena en una de las muchas ventas de los alrededores de Granada, tal y como llegó a recoger 'El Defensor'. Tsalónica es el primer destino de Mariscal tras aprobar con nota el examen a diplomático, una carrera en la que coincidió con su amigo Francisco García Lorca. Poseía el joven y brillante diplomático granadino una débil salud debido al reuma que padecía y que le tratara otro célebre granadino, el doctor Rafael Mora Guarnido, otro republicano granadino silenciado y olvidado. Mariscal, durante su labor en la ciudad griega, visita con frecuencia la capital húngara, Budapest, donde conoció a la que fue su primera mujer, Aurelia Ida Szbo Bertalom. Su unión a esta joven de familia bohemia y alocada húngara fue el inicio de sus desgracias y de una tumultuosa relación que culminó con un tormentoso divorcio. Se casó en 1924 y posteriormente, en ese mismo año, es trasladado a Amberes, siempre según el expediente oficial de Mariscal. En 1929 lo destinan al Protectorado Español en Marruecos, a la localidad de Arcila-Alcázarquivir, donde fallece uno de sus tres hijos, quedando con vida Aurelia y Fernando. La relación empeora considerablemente a lo que se suma un entramado legal laberíntico, al haber contraído matrimonio en un país como Hungría, estar domiciliado en otro y dada su condición de diplomático. En 1932 se hace cargo de la legación española en Bucarest, aunque anteriormente pasa un tiempo como cónsul en Constanza, debido a que su mujer está enferma e internada en un centro hospitalario de esta ciudad. Finalmente consigue el divorcio en 1933, con la República, a la que siempre se mantuvo leal. El proceso legal culminó finalmente en 1934 al serle otorgada la custodia de sus hijos. Con anterioridad, en ese tiempo en Bucarest conoce a la que fue su segunda mujer, Paulina María Georgescu y Pigalet, a la que estará unido el resto de su vida y quien ejercerá de madre de sus hijos al renunciar Aurelia Ida Szbo a la custodia. En ese mismo año, en 1934 Luis Mariscal es trasladado a La Habana como agregado comercial, oficina que cierra en 1935 al ser nombrado jefe adjunto de comercio exterior en 1936. Su siguiente destino fue Moscú, como jefe de comercio exterior, pero no llegó a ir y finalmente es enviado a la localidad de Berna, donde permanece hasta 1938 al ser designado cónsul en Ginebra de la República. La Guerra Civil avanzaba en España, donde los sublevados fascistas cada día obtenían un mayor número de victorias. El expediente de Mariscal ofrece un retrato gris de su labor como diplomático que solo está a la altura de su compromiso a través de la labor que realizó su mujer Maria Goergescu, una de aquellas maestras que trabajaba en las misiones escolares, y quien se encarga de localizar a periodistas afines a la causa republicana para que hicieran propaganda anti-fascista. Y es más, los textos e informes sobre la labor en defensa de la República de Luis Mariscal se refieren a esa labor de su mujer mientras que el diplomático siempre se colocó en la retaguardia de sus acciones. La última orden republicana sobre su destino lo envía en 1938 a Santiago de Chile, el que será su consulado final, que concluye con el consiguiente expediente de depuración firmado ya, en 1940, por el general de los sublevados y vencedor de la guerra en España. Luis Mariscal, quien fuera dinamizador de las excursiones de estudios, activo rinconcillista y asesor en prosa de Federico, falleció un 11 de julio de 1941 en la pequeña localidad chilena de Chadmo, en la provincia de Chiloe. Muy pocos especialistas se han acercado a relatar la historia de este diplomático y algunos indicaron, ahora se aprecia que erróneamente, que Mariscal falleció en Tsalónica y que salvó a unos mil judíos de ser asesinados por los nazis. A este que escribe le habría gustado titular este reportaje con algo así como 'El Shindler granadino', pero su expediente archivado en el Ministerio de Exteriores y en la actualidad en el Archivo General de la Administración, al que Granada Hoy ha tenido acceso, indica que eso no es más que una leyenda. Luis Mariscal es otro más de esos 'brillantes grises' que formaron ilusionados parte del entramado de la República y que acabaron en el silencio y en el olvido.

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