Granada

Vivir bajo tierra movediza

  • Las familias pasan los días aterradas midiendo las grietas de sus casas ante el temor de que la siguiente construcción que se deslice hasta el mar sea la suya

Rajas en las paredes, cierres abiertos, casas devastadas y saqueadas, muros derribados, una plaza entera caída al mar, farolas torcidas y hasta juguetes abandonados en casas vacías… Se podría estar hablando de una ciudad asediada por la guerra, una ciudad en la que sus habitantes hubiesen huido y que sus representantes optaran por dejarla semiderruida para recuerdo y vergüenza de generaciones venideras, pero no. Se trata de un lugar ubicado en la Costa de Granada, en concreto, en La Herradura. Podría llamarse Sarajevo, pero su nombre es Cármenes del Mar o 'crímenes del Mar', como llaman popularmente a esta zona cero del término municipal de Almuñécar.

Éste es un sitio donde se construyeron 415 viviendas y todavía vive un buen número de familias, muchas de ellas aterradas por el pánico de pensar que la siguiente que puede precipitarse al mar es su casa. Granada Hoy ha podido comprobar in situ cuál es el estado de un suelo que se desliza a un ritmo frenético y el pánico que da asomarse al agua y saber que en cualquier momento cualquiera que se encuentre en esa ladera puede terminar allí.

"Vivimos con miedo", comenta uno de los vecinos. Es Ricardo López, madrileño, que llegó aquí en el año 2005 para cumplir su sueño: Tener un hogar con vistas al mar. Con él vinieron su mujer y su hija y en La Herradura también nació la menor, de 9 años. El sueño se convirtió en pesadilla cuando aparecieron las primeras grietas. "Lo más importantes es lo que no se ve, dentro de la tierra, los rellenos que están mal hechos… por eso, cuando llueve, estamos temblando".

En la urbanización Atarazanas, cuyo nombre en la pared es testigo del deslizamiento del terreno, por la separación que hay entre sus letras, un día se cayó todo un trozo de construcción que servía de vial para que los coches dieran la vuelta. "¿Tú sabes el ruido que hizo eso?".

Hace nueve años, cuando una de las casas tuvo que ser derruida, los vecinos empezaron a ser conscientes de que moraban en "tierras movedizas" y de que igual que se habían caído toneladas de cemento y tierra, le podría tocar a cualquiera. "Llamamos a especialistas y nos certificaron que vivíamos sobre un terreno inestable, porque se había construido muy mal", señalan.

Unos metros más allá de la plazoleta que se cayó al mar habitaba Pierre, un vecino belga (el 35% de los vecinos de Cármenes del Mar son extranjeros), cuya casa es testigo de su desgracia. En la puerta permanece lo que era su proyecto de vida en lo que iba a ser su casa hasta el fin de sus días y de la que sólo disfrutó 3 años: 'Pacem opto', que significa "opto por la paz". Una de las viviendas más lujosas y espaciosas. Era su deseo hecho realidad de contar con espacio para juntar a toda su familia en Navidad. Pero el edificio empezó a deteriorarse de manera seria a la par que su salud, hasta que Pierre falleció, "afectado por todo este problema". Ahora, no sólo está en ruinas por obra del corrimiento del terreno, sino que además ha sido saqueada por vándalos. Es una casa fantasma.

Por esta cuesta, que hace diez años no estaba tan inclinada, hay vegetación, una gran roca en el medio y trozos de muro, como si una bomba hubiera caído por allí, pero sin restos de proyectil.

Ignacio Martín es otro de los vecinos, que también cuenta su experiencia: "Es como vivir bajo el Vesubio". Además, relata que los ruidos de la tierra que se mueve por la noche son espeluznantes. Llegó a Cármenes del Mar en 2003 con su mujer, y no poseen otro techo donde residir. Al igual que Ricardo, empleó todos los ahorros de su vida en esta propiedad y todavía no ha liquidado su hipoteca. "Yo era relojero en Madrid y tenía unos amigos en Málaga, y cuando pasaba por aquí me quedé prendado de este paraíso". Su 'enamoramiento' se convirtió en atracción fatal cuando se vio atrapado en una realidad que acabaría con los nervios de cualquiera. "No sabéis el esfuerzo que estamos haciendo, el coste de los abogados que estamos sufragando…" Además, siguen pagando IBI y, encima, pueden ser desahuciados. Tampoco pueden vender su casa, porque serían acusados de estafa.

"Es impresionante el aguante que tiene un ser humano", comenta con los ojos húmedos, "porque lo triste de todo esto es que al final te terminas acostumbrando". Así, los vecinos tienen que hacer frente a un día a día que consiste en estar pendientes por la noche de que los niveles de agua no lleguen hasta ciertos límites, para que la tierra no resbale y lo miden varias veces. Por la mañana se levantan comprobando que hay nuevos desperfectos y hacen frente a una serie de reparaciones interminables que corren de su bolsillo: Tuberías que cada dos por tres tienen que arreglar, gigantescas puertas de seguridad de urbanizaciones que tienen que desplazar unos metros porque el terreno ha estallado bajo sus pies, grietas que rellenar de cemento, y más grietas y más…

Una de estas casas tiene marcas de interminables reparaciones. La que iba ser una encantadora vivienda para una familia, con una especie de tahona decorativa, finalmente es otra casa fantasma que sus propietarios se han cansado de arreglar y, por su salud mental, prefieren ni aparecer por allí.

Una cosa son las grietas en las paredes y otras las del alma y hay muchas personas a las que esta situación les ha superado. "Hay varias, aparte de Pierre, que han fallecido, como Marisol, una vecina que tenía una galería a la que le dio un ictus con unos 60 años y otros más. Es que esto es muy difícil de soportar, que tu casa, en la que has puesto todos tus ahorros y tus esperanzas se esté cayendo a trozos y que no puedas hacer nada es muy duro", comenta López.

Otra afectada, Mercedes, confiesa que está muy triste y desanimada, y "tienes días buenos y malos", pero en general dice que siente "un pánico tremendo, sobre todo, cuando llueve y no para".

Dentro de las 415 viviendas, sin embargo, hay ciertos niveles de deterioro, en algunas partes es imperceptible, pero creen que es "cuestión de tiempo".

En algunas casas viven vecinos con niños y algunos han tenido que prohibir a los pequeños que jueguen en ciertas partes de la casa, por seguridad.

Los vecinos llevan luchando contra esta situación unos 5 años y el procedimiento iniciado por la comunidad de propietarios ahora mismo está en apelación. El viernes remitieron una carta a la Junta de Andalucía para pedirles ayuda. Lo que solicitan este conjunto de vecinos está claro: la reparación de la ladera, "no de nuestras viviendas". En este punto quieren puntualizar que este juicio es independiente de las indemnizaciones que puedan emprender los afectados a título individual.

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