Granada

¿Qué le ocurre a los pájaros?

  • En las últimas décadas se están observando importantes cambios en las comunidades de aves nevadenses El clima y los cambios de usos del suelo son los responsables

El cambio global constituye un problema emergente que amenaza el futuro de los ecosistemas y su capacidad de proporcionar bienes y servicios a nuestra sociedad. Uno de los aspectos en los que se ha demostrado que los impactos de este fenómeno son de mayor envergadura es sobre la biodiversidad. En Sierra Nevada los efectos son similares a los que se están produciendo en otras regiones montañosas de nuestro continente con la particularidad de tratarse de un macizo montañoso aislado, con un amplio gradiente altitudinal y un mosaico variado de ecosistemas, y por su latitud meridional, en el cruce entre diferentes regiones biogeográficas.

Los cambios en la distribución y abundancia de las especies constituyen quizás la respuesta más evidente a las alteraciones ambientales. El seguimiento de las tendencias poblacionales es una herramienta esencial para evaluar la capacidad de adaptación de las especies en un contexto de cambio global como el que estamos viviendo.

Uno de los patrones más comunes, (en Sierra Nevada y en otros sistemas montañosos), entre diferentes grupos taxonómicos consiste en un desplazamiento altitudinal hacia cotas superiores buscando entornos climáticos más frescos en los que resguardarse de unas temperaturas que están experimentando un incremento significativo.

En el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada se han estudiado con detalle los cambios en la composición y abundancia de las comunidades de paseriformes en un gradiente altitudinal, comparando los datos obtenidos por el profesor de la Universidad de Granada, Regino Zamora, mediante censos realizados en un gradiente atitudinal (1.450 a 3.000 metros) y en hábitats diferentes (robledal, matorral espinoso, enebral-sabinar y ambientes de altas cumbres) a principios de los años 80, con los transectos de seguimiento que se realizan, anualmente, desde el 2008 hasta la actualidad, por el parque nacional y natural de Sierra Nevada, bajo la coordinación de José Miguel Barea.

Los resultados indican que Sierra Nevada se comporta como una isla biogeográfica sujeta a fluctuaciones espacio-temporales que está muy influenciada por el territorio circundante. Los principales motores de cambio global en nuestro entorno, cambios en los usos del suelo y cambio climático, tienen efectos diferentes en función de los distintos ecosistemas y del rango temporal analizado y, por sí solos, no parecen explicar las sustanciales modificaciones en las comunidades de aves acaecidas a lo largo de los últimos 30-35 años. El desacople observado entre cambios ambientales y cambios en las comunidades se relaciona con el carácter insaturado de las comunidades de montaña, expuestas a constantes entradas y salidas de especies.

En los últimos años se ha detectado un incremento moderado de las poblaciones de aves paseriformes reproductoras de Sierra Nevada que ha corregido la disminución poblacional significativa de muchas especies en la última parte del siglo pasado. (Entre el año 1980 y el 2. 000 se había reducido a casi un tercio la densidad de aves en algunos ecosistemas como el robledal o el matorral de alta montaña).

Este aumento actual es muy patente en determinados ecosistemas como los robledales y algo menos acentuado en la orla de matorral espinoso. En los ecosistemas de alta montaña esta tendencia es menos clara, con patrones estables en los enebrales-sabinares y un predominio de tendencias ligeramente negativas en las localidades situadas en las altas cumbres.

Lo que sí parece confirmarse es la tendencia a que la comunidad de aves nevadenses, en los pisos bioclimáticos oro y crioromediterráneo, va perdiendo su carácter alpino, homogeneizándose con las condiciones mediterráneas de su entorno, debido a la matorralización de la alta montaña y al efecto del cambio climático. En 1982 se localizaron sólo 3 especies reproductoras, mientras que actualmente la cifra total asciende a 5.

Por el contrario, la evolución hacia etapas más maduras de los ecosistemas situados a baja y media altitud, tanto por el abandono de los cultivos como por el efecto de las políticas activas de conservación y de gestión adaptativa, están teniendo un balance positivo sobre buena parte de estas aves paseriformes.

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