Granada

La Colonia: lugar de memoria histórica

  • Es el cortijo de Víznar en el que Federico García Lorca pasó sus últimas horas de vida junto a un grupo de presos

Federico García Lorca pasó sus últimas horas de vida en La Colonia, un cortijo de Víznar, utilizado por la República como colonia de verano para los hijos de los obreros, de ahí su nombre, pero convertido en prisión por los franquistas, durante la guerra. Sabemos por Agustín Penón e Ian Gibson que el poeta compartió aquellas horas de angustia e incertidumbre con el maestro Dióscoro Galindo, y los banderilleros Francisco Galadí y Juan Arcollas Cabezas. Según uno de los guardianes, encargado de vigilar a los presos, todos permanecían en silencio por orden de la autoridad y Federico se encontraba preocupado y abatido.

Tanto el poeta como el maestro nunca pensaron que iban a ser fusilados, más bien creían que los habían enviado a La Colonia para hacer trabajos forzados. Es cierto que García Lorca se había comprometido políticamente, firmando manifiestos de intelectuales antifascistas y participando en las misiones pedagógicas de la República, a través del teatro ambulante La Barraca que llevaba la cultura a los pueblos. Por su parte, el maestro Díóscoro Galindo había participado activamente en la creación de la escuela popular y laica y en las campañas de alfabetización de hijos de jornaleros. Pero ninguno de ellos había empuñado jamás un arma, ni intervenido en acciones violentas, por tanto, no se sentían culpables de ningún delito de sangre, ni merecedores de la pena capital. Sin embargo, estaban equivocados.

El caso de los anarquistas y banderilleros Galadí y Cabezas era distinto. Ambos pertenecían a la CNT-FAI y estaban considerados como "hombres de acción". Además de ser muy populares en el mundo taurino por su valentía en el ruedo, habían destacado en la defensa del Albayzín, el único barrio granadino que resistió durante tres días a los golpistas. Tras la rendición del histórico barrio, Galadí y Cabezas fueron detenidos, maltratados y exhibidos por el centro de Granada para que sirvieran de escarmiento público. Por tanto, los dos conocían bien a sus verdugos y sabían que La Colonia se había convertido en un corredor de la muerte.

Los detenidos escuchaban ruidos en la planta superior del cortijo. Eran también presos, acusados de ser izquierdistas y masones. Estaban identificados con un mandil y llevaban la cabeza rapada, pero los franquistas no los fusilaban para utilizarlos como enterradores. Porque matar era fácil, pero enterrar el cuerpo suponía demasiado esfuerzo para los pistoleros. En esta situación estuvieron los catedráticos García Labella y Jesús Yoldi, los concejales Rubio Callejón, Manuel Salinas y José Valenzuela, o el joven comunista Manuel Castilla. Aunque ser enterrador, tampoco era garantía de vida. Cualquier día podría cavar, sin saberlo, su propia tumba.

En La Colonia, al mando del capitán Nestares, se producían sacas de presos todas las noches. Sobre las cinco de la madrugada era la hora predilecta de los asesinos. Las víctimas eran trasladadas en camión por la carretera de la muerte, que comunica Víznar con Alfacar, y fusiladas en alguna cuneta. Más tarde, enviaban a los enterradores para abrir fosas comunes y sepultar los cuerpos, amontonados y moribundos, aún calientes. Los verdugos descubrieron después los pozos del Barranco de Víznar, donde resultaba más fácil deshacerse de las víctimas. Bastaba con un tiro en la nuca y el cuerpo se desplomaba al fondo del barranco, donde yacía cubierto por cal viva. El pánico se apoderó de los vecinos de Víznar y Alfacar, que escuchaban, impotentes, el eco de las detonaciones en el silencio de la madrugada. Los investigadores calculan en más de 2.000 las víctimas enterradas en fosas comunes del barranco. Habría que continuar con las catas arqueológicas para documentar científicamente la masacre que se perpetró en aquella zona, muy cerca de la fuente de Aynadamar o fuente de las lágrimas.

Y sin embargo, actualmente no existe ninguna placa informativa que recuerde a los caminantes lo que sucedió en La Colonia. Por eso, desde la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación pedimos a la Dirección General de Memoria Democrática que proceda a la declaración y señalización, como Lugar de Memoria Histórica de Andalucía, de las ruinas de este antiguo cortijo, que forma parte de la geografía del terror. Consideramos también necesario que la Diputación recupere este lugar lorquiano, con un proyecto de rehabilitación y un espacio museístico, para rendir homenaje a las víctimas de la represión franquista en La Colonia.

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