Granada

Vuelven las guarderías temporeras

  • La crisis económica fuerza a la mitad de la población de Deifontes a emigrar a Francia para trabajar en la vendimia y dejar a los menores de 3 años al cuidado de familiares que alivian su carga en la escuela infantil

Cuando llegue noviembre, la guardería temporera de Deifontes cerrará sus puertas para siempre tras más de 28 años de servicio ininterrumpido. Y no por falta de alumnado. Durante todo este tiempo, el número de familias que ha utilizado dicho servicio ha sido constante (una treintena aproximadamente), aunque en la última década la mayoría de ellas había cambiado el trabajo del campo por el de la construcción y reclamaba un cuidado de sus menores más prolongado para conciliar la vida laboral. Sus plegarias fueron atendidas, pero paradójicamente, a pocos meses de la apertura de la primera escuela infantil municipal, el pueblo de Deifontes se ha vuelto a ver obligado a emigrar al campo para subsistir.

"Con un censo de 2.522 habitantes, más de 1.200 se han apuntado a la recogida de la uva en el sur de Francia", dice con resignación el alcalde, Manuel Espínola. El pasado fin de semana salieron del pueblo cuatro autobuses y éste volverán a hacer lo propio otro tanto. La crisis económica ha azotado duramente a esta localidad de los Montes Orientales, donde la época de bonanza económica permitió a los más jóvenes evitar la dureza del campo y orientar sus oficios hacia la construcción.

Pero los índices del desempleo se han hecho insostenibles y, por primera vez en 20 años, han vuelto a emigrar familias enteras en Deifontes. Se van a la vendimia francesa por un mes o cuarenta días donde ganarán unos 2.000 euros por cabeza, pero la localidad queda habitada por ancianos y niños. Todo aquel que tiene entre 17 y 60 años (y buen estado de salud) está ya camino de Francia.

Los bares se cierran y los comercios reducen sus horarios de venta al público, pero la guardería temporera vuelve a la actividad y, por primera vez en más de una década, dando utilidad a su calendario. Es ahora cuando las abuelas y algunas madres marchan de la mano de los más pequeños camino de la escuela, donde permanecerán hasta las cinco de la tarde.

Este servicio, que se inició en Deifontes en 1982, comienza cada año el 7 de septiembre con la recogida de la vendimia y se interrumpe el 7 de noviembre; luego, tras un mes de descanso, vuelve a activarse desde diciembre hasta marzo para la aceituna; y en mayo cumple su tercera temporada con la llegada de la cereza francesa, cubierta también por muchos lugareños.

La directora del centro, Silvia García Malagón, asegura que la atención de estos menores es similar a la que se proporciona en cualquier otra escuela infantil (de 9:00 a 17:00 horas), sólo que "el arranque de la jornada es "más duro porque los niños tienen que afrontar una doble adaptación en poco tiempo".

Casi todos los hijos de temporeros se quedan al cuidado de otros familiares cuando sus progenitores emigran y su incorporación a la guardería es difícil. Silvia se afanaba esta semana con otra puericultora en atender a los recién llegados que lloraban por su madre, pero no hay consuelo para un primer día.

El puesto que ocupa la directora de la guardería temporera es codiciado por muchos desempleados, así que el Ayuntamiento lo rota cada dos o tres años.

El alcalde de Deifontes ve con cierto alivio la marcha de gran parte de su población. Con este dinero se paliará la falta de ingresos que arrastra el municipio desde hace meses. "Muchos negocios han optado por tomarse las vacaciones en septiembre, coincidiendo con el éxodo, y otros han reducido su actividad", explica.

En cambio, la recogida de la uva en diciembre provocará el efecto contrario. Medio millar de personas se asentarán por tres meses en el municipio granadino para recoger la aceituna, en la que se vuelca todo el pueblo. Espínola explica que hay más de 700 familias en Deifontes con tierras para cultivar. En 1944, tras la muerte de los marqueses de Casablanca, poderosos terratenientes del lugar, los vecinos de Deifontes encontraron una oportunidad única para comprarse las tierras que labraban y las casas que habitaban. "Esto sólo lo pudieron conseguir gracias a los ingresos de la emigración", recuerda el alcalde. Ahora, 65 años después, el campo les devuelve el único sustento con el que salir de la crisis.

La directora de la guardería temporera cuenta que en los últimos años la recolección la realizaban principalmente inmigrantes rumanos y magrebíes, cuyos hijos dejaban al cuidado de las guarderías. El alcalde asegura que la vuelta de los granadinos al campo está reduciendo la presencia de inmigrantes en la agricultura del pueblo. "Ya sólo se contrata a nacionales y los únicos inmigrantes que trabajan las tierras son los que están en condiciones legales", afirma Espínola.

Para la concejal de Educación, Justa García, la vuelta al campo de los lugareños ha implicado un gran esfuerzo de toda la comunidad escolar. "En 2008 nos volcamos de lleno con el absentismo escolar, que alcanzaba unos índices muy elevados en Deifontes, y este año vamos a recoger sus frutos", asegura.

Con un colegio y una guardería municipal recién construidas, el mayor esfuerzo de los menores de un pueblo como Deifontes se cobra cuando llegan a Secundaria, que se ven obligados a desplazarse hasta el instituto de Iznalloz o a dos de Granada capital (Albaicín y Ángel Ganivet) y abandonan en masa los estudios. Con la gratuidad del transporte escolar e incentivos económicos dirigidos a los adolescentes, como MP4 y viajes organizados, han conseguido reducir la tasa de abandono y mejorar las calificaciones.

La lucha por conseguir subvenciones ha llevado incluso a la Alcaldía a regalar canastillas con productos alimenticios y de higiene para el bebé (valorada en más de 70 euros) para forzar a las familias a que empadronen a sus pequeños. Entre esto y el cheque-bebé del Gobierno la esperanza de aumentar la natalidad ha vuelto a los Montes. "Es ahora más que nunca cuando hacen falta las guarderías temporeras", dice Silvia.

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