Granada

El gran caricaturista Manuel Tovar

  • Su ingenio, sagazidad y agilidad de pensamiento le llevaron a ser uno de los más reconocidos en el siglo XX · Escribió en prestigiosas publicaciones, donde supo reflejar una época a través de su particular estilo Nació en 1875 en la Plaza de la Mariana y tiene una calle en Madrid junto a la de Sancha y Xaudaró · Fue uno de los mejores en este arte de todos los tiempos e hizo más de veinte mil 'monos'

Tal vez sea el caricaturista granadino más famoso que hubo en España en la primera mitad del siglo XX. Y no era menos conocido que Sileno, Bagaría, K-Hito, Fresno o Ramón Cilla del que se consideraba seguidor. Eran los que entonces se llevaban la palma en el arte del humor gráfico a nivel nacional.

Nació en el número 7 de la Plaza de la Mariana en 1875, estudió en los Escolapios, fue sargento del ejército, se casó con una granadina y murió de repente en su casa de Chamartín en Madrid el 10 de abril de 1935. Acababa de enviar su última entrega para La Voz sobre un tema de actualidad, la CEDA.

Desde muy joven empezó iluminando postales antiguas y pintando sombrillas y abanicos; pero su fama empezó cuando en Barcelona le dio por representar escenas granadinas hasta que derivó después hacia el arte de la caricatura.

En Granada colaboró con El Defensor y Granada Gráfica. En 1901 se marcha a Madrid y publica su primera historieta en la revista Nuevo Mundo; luego lo haría en Blanco y Negro, La Correspondencia, El Gráfico, El Liberal, El Heraldo de Madrid, etc. hasta que consigue aparecer nada menos que en las portadas de El Cuento Semanal con magníficas caricaturas de enorme parecido físico y psicológico. A partir de ahí su fama es reconocida en toda España, hasta el punto que llegó a cobrar 1800 pesetas mensuales.

El Cuento Semanal aparecía todos los viernes al precio de 30 céntimos (de peseta). En la revista había firmas de la talla de Unamuno y Valle-Inclán. Incluía un curioso concurso por el que tocaba una cartilla del Monte de Piedad con 100 pesetas al lector cuyo número de revista coincidiera con el de la lotería nacional del 30 de cada mes.

Cuentan que en una ocasión caricaturizó al ministro de la Gobernación Juan de la Cierva con unos pantalones de cuadros. No le gustó demasiado a D. Juan e invitó a Tovar a que visitara su fondo de armario y comprobara que no tenía ningún pantalón con ese diseño. El caso es que a partir de ahí siempre que alguien caricaturizaba al ministro lo sacaba con pantalones de cuadros; y en alguna ocasión dibujaron el edificio de la Corte adornado con pantalones de cuadros en vez de con las banderas oficiales.

Fue calificado como un caricaturista ingenioso y sagaz; ágil de pensamiento y muy expresivo; eso dijo el crítico de arte Gil Fillol. De él escribieron Blasco Ibáñez, Pío Baroja, Mihura, Pérez Galdós… y todos elogiaban su inteligencia y su arte. Otros valoraron su nobleza y su amabilidad. El propio Marino Antequera dijo que tenía la amable cachaza de los obesos. Solía dibujar a las mujeres muy gordas. Debía ser simpático este granadino que, según dicen, acostumbraba a andar por casa en babuchas y con chilaba.

En sus más de 20.000 'monos' recoge todo el ambiente madrileño artístico, literario y popular de la época: políticos, escritores, actrices, poetas, taberneros, guardias urbanos y hasta borrachos.

Ya en Madrid en 1966 se le dedicó una exposición en la Sala Goya del Círculo de Bellas Artes; tres años después, en 1969, será Granada, a través del Centro Artístico, la que dedique una nueva muestra a Manuel Tovar aprovechando las fiestas del Corpus. Entre sus caricaturas se expusieron las de Valle Inclán, Blasco Ibáñez, los Machado, Benavente, Villaespesa, los Álvarez Quintero, etc. Vino su propio hijo y fue entrevistado por el periodista de esta casa Ruiz Molinero en presencia de Miguel Ruiz del Castillo, organizador de la exposición.

El propio Centro Artístico pidió al Ayuntamiento hace 40 años que se pusiera su nombre a una calle granadina. Ya tenía una en Madrid, cercana a la de los también caricaturistas Sancha y Xaudaró. No estaría mal recordar a Manuel Tovar, o Don Hermógenes como a veces se firmaba, con una calle en la ciudad que le vio nacer. Nunca es tarde para reconocer lo nuestro, aunque primero hay que conocerlo.

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