Granada

La nueva generación 'blandiblup'

  • La periodista María Ángeles López Romero analiza en un libro las debilidades de los padres de hoy

Ser padre blandiblup no responde a un trauma, una enfermedad o un mal incurable; lo que retrata y define la escritora y periodista María Ángeles López Romero como generación blandiblup se corresponde con la manera que los progenitores de hoy tienen de educar a sus hijos. Sin perder el sentido del humor, la autora de Papás blandiblup afirma: "Ser padres puede ser maravilloso, aunque los de esta generación seamos blanditos, pegajosos, dubitativos y tengamos miedo".

Desde 1996 es redactora jefa de la Revista 21rs, publicación donde comenzó a profundizar en temas relacionados con la educación y la paternidad: "Por casualidad, el director me encargó un reportaje sobre este tema y tuvo tal aceptación por parte de los lectores que se convirtió en una serie. Constaté el interés, la inquietud de los padres, me pregunté cuáles son los temas que más les preocupan y esto me dio pie a plantearme escribir un libro".

Más que un ensayo, la autora define Papás blandiblup como un reportaje amplio donde las anécdotas de menores, testimonios de padres y opiniones de expertos dan forma a los 20 capítulos de los que se compone este trabajo en el que la propia María Ángeles aporta su experiencia personal, "ya que soy madre de tres hijos", dice.

Sin olvidar la ironía y el sentido del humor -rasgo que destacan los lectores de libro, según la autora-, este retrato de las debilidades, complejos y temores de los padres a la hora de enfrentarse a la paternidad no pretende ser una guía en la que se ofrece la solución mágica a la educación de los hijos, sino que espera "aportar pistas para desdramatizar situaciones cotidianas que a todos los padres nos suceden en un determinado momento y que no son tan extraordinarias", reseña la autora.

Esta nueva generación de papás blandiblups surge, explica la periodista, como consecuencia del retraso a la hora de ser padres por primera vez: "Al tenerlos más tarde se crean más inseguridades, cuesta asumir las responsabilidades, nos sentimos culpables de los pequeños fracasos de los hijos".

La autora plantea la diferencia entre la forma de educar a los hijos por las generaciones pasadas, donde los padres se daban por satisfechos como tal proporcionándoles a sus descendientes una buena formación, alimentación y vestimenta. Hoy, explica López Romero, "los cargos que asumen los padres son mayores, nos sentimos responsables de sus relaciones sociales, hasta de su aburrimiento, cuando un niño se aburre parece una tragedia".

Desde el nacimiento, las expectativas de los padres por su criatura son enormes. El miedo al fracaso y procurarles por todos los medios el éxito desemboca en un sentimiento de frustración por parte de los padres y en una presión enorme para los hijos. "No les enseñamos a ser responsables, autosuficientes y ese es el verdadero problema".

Entre los cientos de anécdotas reales, la escritora destaca en su obra aquella en la que "tras el nacimiento del hijo, el médico le dice al papá: Ya pueden marcharse a casa. El padre, alarmado, le contesta: ¿Cómo que a casa? ¿Y qué hacemos ahora con el niño?". Avanzan los apartados del libro y se llega a la historia donde la inocencia infantil se pone en entredicho. Una niña le dice a sus padres: "Como este año no me he portado muy bien, en vez de los Reyes Magos, ¿me traéis vosotros los regalos?". O aquella otra en la que la desesperación del padre le lleva a llorar tras ver como su pequeño mete un bolígrafo en el microondas y llena de tinta la cocina.

Solución o no, la periodista invita a practicar lo que denomina "pedagogía de la paternidad": "Que contemos no sólo las preocupaciones, angustias y malos tratos que nos dan los hijos, sino también, y sobre todo, las satisfacciones que producen. Lo que nos enseñan para andar por la vida, sin olvidar el aspecto afectivo. Que no nos acompleje abrazar a nuestro hijo".

Educar en la autonomía, con disciplina, que no autoridad, es la clave de este libro que a la propia autora le ha valido para darse cuenta "de que no hay que exagerar las traspiés diarios y que puedo restar algo de tiempo a mis hijos, por ejemplo, para escribir un libro del que se sienten orgullosos, sin sentirme culpable".

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