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Prima de riesgo y malos modales

  • El grupo Mägo de Oz mostró un total desprecio por los demás grupos participantes cuando su batería subió al escenario mientras una banda tocaba y se puso a probar sonido fuera de la hora establecida

Los excesos, las trifulcas, los exabruptos o hasta ciertas tendencias inconfesables de los artistas, esas que ocurren antes y después de la actuación, en el backstage, suelen quedarse ahí, detrás de los focos y raramente trascienden más allá de la zona reservada. Los propios protagonistas son los primeros interesados en que así sea y para eso se pertrechan en un área de acceso limitado. Ahora bien, cuando es el propio artista el que decide trasladar al escenario sus equivocaciones está dando carta blanca para que se hagan públicas y se puedan poner por escrito. Eso fue lo que pasó la noche del viernes en la segunda entrega del Zaidín Rock. En plena actuación de Pájaro Jack, el batería de Mägo de Oz, mostrando su total desprecio por el resto de grupos participantes, no tuvo mejor idea que subir hasta su batería para probar y hacer algunos ajustes, horas después del tiempo reservado a tal fin. Lógicamente, su presencia no pasó inadvertida ni para el público ni para los chicos de Pájaro Jack que perplejos no daban crédito a lo que estaba pasando. Más allá de ciertas actitudes poco presentables, la noche comenzó con los locales Voynich! y su efectiva mezcla de contundencia y melodía. Ante una asistencia más nutrida que en anteriores ediciones a esa misma e ingrata hora -debe ser una consecuencia de la decisión de cobrar entrada- dieron cuenta de los temas de su álbum Matemáticapop. Tras ellos le llegó el turno a los dos grupos ganadores del Circuito Joven de Pop-Rock de Andalucía, que patrocina la Junta. Primero los sevillanos Tannhäuser, con su densa propuesta de riesgo, y más tarde los granadinos Pájaro Jack. Ambos salieron airosos del envite, aunque ni el post-rock atmosférico de los primeros, basado en el juego de las texturas y las intensidades, un estilo que bebiendo del kraut y el ambient llevan con maestría a un terreno personal, ni el planteamiento más acústico, heredero directo del folk-rock de los sesenta (con versión del Cecilia de Simon & Garfunkel incluida) de los segundos, ambos con sus sutilezas, parecían los más adecuados para el ambiente de rockeros de barrio alérgicos a los matices, que se habían reunido para ver a los cabeza de cartel, unos Mägo de Oz que llevan a gala su querencia por los clichés más manidos del rock. Chupas de cuero, tachuelas, hebillas imposibles y melenas al viento tan características del universo heavy, se funden con su particular tendencia a los sonidos bucólicos del folk norteño y su querencia por las leyendas mitológicas. Una mixtura pretenciosa para muchos pero que sigue atrayendo a una numerosa chavalada que queda más fascinada cuanto más romo sea el mensaje. Así se dieron el gusto incluso de disertar acerca de la prima de riesgo sin que el espectáculo se resintiera. Después de la tierra quemada que dejaron a su paso, les tocó cerrar a Stone Caliber, una joven banda granadina, que viene a aumentar el catálogo de local de grupos de hard rock. Más inclinados hacia el rock sureño con alma de blues eléctrico que hacia el metal moderno, pusieron la banda sonora a la despedida del viernes de festival.

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