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Esas inquietantes chicas yeyé

  • El escritor mexicano de origen español Jordi Soler reúne en su último libro un conjunto de historias en las que la realidad supera a la ficción

En Salvador Dalí y la más inquietante de las chicas yeyé -un título incitante donde los haya, vaya que sí-, Jordi Soler ha reunido una veintena de historias verídicas que habríamos tildado de patrañas de habérnoslas encontrado dentro de una ficción cualquiera. Veamos, ¿qué dirían si, en una novela de gángster, el capo de turno invita a tres hombres de confianza, que acaban de traicionarlo, y les ofrece una estupenda cena y llegados los postres, no antes, saca un bate de béisbol y la emprende a golpes con ellos hasta matarlos? Más de un lector podría pensar que al autor se le ha ido la mano, que así planteada la escena es un pelín rebuscada, que un hampón no daría tantas vueltas para llegar a donde iba, ¿no? Pues no. Tal fue el método elegido por Al Capone para eliminar a tres colaboradores suyos. Los novelistas que, como Mario Puzzo, han escrito sobre este mundillo se las han visto y deseado para superar la perversa fantasía de los príncipes de la mafia. ¿Más ejemplos?

A ver, ¿qué pensarían si el protagonista de una novela acumulase semejantes antecedentes? A los cuatro años, el personaje es vendido por su madre alcohólica a cambio de una simple jarra de cerveza. A los nueve entra en el reformatorio por intento de robo a mano armada (sic). A los veinte, tras entrar y salir de varios correccionales y cárceles, se casa con una camarera y se van de luna de miel con un coche robado. A los veinticuatro ejerce de proxeneta en el barrio mexicano de Los Ángeles. A los veinticinco da con sus huesos en prisión una vez más y no sale hasta los treinta y dos; en el ínterin se atiborra de budismo, cienciología y discos de The Beatles, en cuyas canciones ve cifradas varias profecías apocalípticas. Al salir de chirona, funda una secta y en calidad de gurú planea varias masacres ejemplares, entre ellas el brutal asesinato de una estrella de cine, con la vana pretensión de endosarles los crímenes a la población de raza negra… El lector de una hipotética novela protagonizada por tamaña alimaña, justamente, podría decir que el autor ha cargado las tintas, que sobran percances, que un personaje malvado no debe ser necesariamente un catálogo de iniquidades, etc. Y sin embargo, ésta y no otra es la trayectoria existencial de Charles Manson, actualmente en la prisión estatal de Corcoran. Y lo que es peor: podrían añadirse medio centenar más de animaladas que, por cuestión de espacio, dejamos en el tintero.

Detengámonos en los detalles. Su elección y colocación en la trama requieren un refinamiento que no está al alcance de cualquiera. Si es inconveniente quedarse corto, lo es también pasarse de largo. No obstante, una futurible novela basada en la vida de Georges Nichopulos, el que fuera médico de cabecera de Elvis Presley -una historia que Jordi Soler me confesó que le tienta como narrador-, no podría soslayar un detalle increíble por desproporcionado: las 19.000 recetas que el susodicho galeno extendió a favor del Rey del Rock mientras lo tuvo como paciente. En la vida hay situaciones, diríamos, ideadas por un mal guionista pillado en horas bajas. Quien escriba la novela de Janis Joplin tendrá que andarse con cuidado para hacer convincente su flirt con Leonard Cohen. Que sucedió así: estaban ambos en el Hotel Chelsea de Nueva York; ella iba tras los pasos de Kris Kristoferson y él tras los de Brigitte Bardot pero, como ni K.K. ni B.B. daban señales de vida, Janis y Leonard se contentaron el uno con el otro por una noche. En un final digno de telenovela, el cantante escribiría una canción en honor de aquel Aquí te pillo, aquí te mato titulada Chelsea Hotel, no. 2, que es el número de la habitación donde se brindaron sus cuerpos.

Con buen humor y excelente prosa, Jordi Soler recuerda que ahí afuera, en los titulares de prensa de cada día, hay un sinfín de ovillos deshilados en espera del hilador que dé forma a la madeja, un enjambre de canciones que aguardan su cantor, un tropel de misterios en espera del detective que habrá de resolverlos. He aquí uno de esos azares que está pidiendo a gritos un Borges rockero que lo transforme en ficción o artificio: Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, tres grandes músicos que cruzaron sus caminos en un momento de sus respectivas carreras, murieron a escasos meses de distancia, los tres, a la edad de veintisiete años. ¿Algún ejemplo más? En Salvador Dalí y la más inquietante de las chicas yeyé pueden entresacarse cien ejemplos más, a cual más extravagante, todos rigurosamente ciertos, o casi. Al hablar de realidad y ficción no debiéramos hacerlo como si se tratara del agua y el aceite, en absoluto. En un hermoso pasaje de Hamlet, tras de verse cara a cara con el fantasma de su padre, el príncipe de Dinamarca advierte a su buen amigo Horacio, incrédulo, que hay más cosas sobre la tierra de cuantas alcanza su conocimiento. Esto se olvida, y la ficción debe recordárnoslo.

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