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Homenaje a la danza más pura

Programa: Le prisonniére, bailado por Oksana Kucheruk e Igor Yebra; Leda y el cisne, por Eleonora Abbagnato y Benjamin Pech; Carmen, con Wang Qimin y Li Jun; La rose malade, por Oksana Mucheruk e Igor Yebra; L'Arlesiénne, interpretado por Wang Qimin y Berjamin Pech; Le jeune homme et la mort, por Yonah Acosta y Jia Zhang; Thaïs, con Wang Kin y Li Jun; Le rende vous, con Eleonora Abbagnato y Benjamín Pech; Le lac des cygnes et ses melifices, por Lienz Chang (L'homme in Noir), Igor Yebra (Le Cygne Blanc) y Oksana Kucheruk e Igor Yebra (Le Cygne Blanc et Elle); Cheek to cheek, intepretados por Eleonora Abbagnato y Lienz Chang, Oksana Kucheruk, Wang Qimin, Jia Shang, Yonah Acosta, Li Jun, Benjamín Pech e Igor Yebra. Lugar: Teatro del Generalife. Fecha: sábado, 23 de junio de 2012. Aforo: lleno.

Comenzar el ciclo de Ballet en el Generalife con un homenaje a Roland Petit, el genial coreógrafo francés, fallecido el 11 de julio del pasado año, a los 87 años de edad, es un lujo y una necesidad en este escenario donde tantas veces se han admirado sus coreografías, en distintas agrupaciones, empezando por la representación de Carmen que el Real Ballet de Copenhague presentó el 5 de julio de 1962 en el Generalife. Formado como bailarín en la escuela del ballet de la Ópera de París ha sido un incansable trabajador, primero como intérprete y después como coreógrafo, hasta su muerte. Creador de agrupaciones como el Ballet de París y en los últimos 27 años de su carrera en el Ballet Nacional de Marsella, ha abordado no sólo géneros clásicos, sino que durante su estancia norteamericana creó coreografías para Fred Astaire y otros bailarines de distintas especialidades, incluyendo a los grandes mitos del ballet como Rudolf Nureyev o Barysdnikov. Todos consideran su obra maestra Le jeune homme y la mort, que estos dos grandes bailarines mencionados han recreado, incluso en el cine. Pero no podemos olvidar su Carmen, realizada para su esposa Zizi Jeanmarie, ni La Rosa malade o Check to check.

La idea de una gala para recrear momentos de su ductilidad creadora, basada en la aportación de un selecto grupo de primeros bailarines y bailarinas de las mejores agrupaciones del mundo -Óperas de París, de Burdeos, Bolshoi , Scala de Milán, Ballet Nacional de China, English Nacional Ballet o del propio Roland Petit- es un regalo que los amantes de la danza agradecen, superando incluso la uniformidad que pueden representan los estilismos almibarados de los pasos a dos clásicos que salvan, de una parte, los fondos musicales de los que están extraídos -César Franck, Bach, Bizet, Mahler, Massenet, Chaikovski, Duke Ellington o Fred Asteire-, pero, sobre todo, la perfección, sutileza, garra y expresividad de que hacen gala los bailarines elegidos. En realidad se asiste, salvo al final, a un recital de pasos a dos, realizado con un exquisitez admirable: Desde La prisonniére -en la primera parte- que bailaron magistralmente Oksana Kuicheruk y el español Igor Yebra, hasta L'Arlesiénne, con Wang Quimen y Benjamín Pech, sin olvidar el eje de esta comenmoración, unos fragmentos de Carmen, bailados con ese fuerte acento español por Wang Quimin y Li Jun, con vestuario del español Antoni Clave, que acentúa su sensualidad, que en ballet completo Roland Petit presentó hace medio siglo en el Generalife. Los que hemos escrito la historia cada año del Festival, nos vemos tentados a recordar lo que dije de esta Carmen, en la crítica publicada el 5 de julio de 1962: "Una Carmen con bravura y expresividad destaca en esta primera representación del Ballet Real de Copenhague... El ballet de Roland Petit evidencia un sentido moderno y rítmico en una obra que ha sido llevada al cinematógrafo por el propio Petit y Zizi Jeanmarie". Tener ocasión de poder comentar la fuerza expresiva de los danzantes, aunque sea en un fragmento de la obra, medio siglo después, es un placer para el público que pudo comparar ambas actuaciones y, por supuesto, para el veterano crítico.

Sutilidad, decía, perfección de cuerpos alados, exaltación del amor, de la pasión... y de la muerte. Precisamente una de las obras maestras de Roland Petit es Le jeune homme et la mort, que Donan Acosta y Jua Shang, expresaron con toda su fuerza comunicativa. Thais, Le rendez.-vous, El lago de los cisnes y sus maleficios, con un omnipresente Igor Yebra, dieron paso a esa inmersión americana que Petit hizo en su etapa en Hollywood, donde da vida escénica a músicas de Irving Berlin, utilizando ideas de Fred Astaire, caso de Check to check, con el que los bailarines se unen en una despedida, tras dejar las huellas -no por reiterativas, menos atractivas- de una forma de hacer y transmitir la danza clásica y neoclásica a todos los públicos durante su larga existencia. Gala que, por su variedad, disculpamos no poder contar con la música en vivo, cosa que reduce a velada divulgativa un homenaje que no necesita siquiera el recuerdo a los 50 años en que la estética de Petit -el coreógrafo más influenciados por los movimientos literarios y artístico de su tiempo, como Cocteau, Ives Saint Laurent, Picasso...- se mostró en el Festival de Granada, sino simplemente la pleitesía al creador desaparecido hace poco menos de un año, cuando todavía estaba llena su mente de proyectos. Un homenaje necesario, dirigido magistralmente por Luigi Bonino.

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