Jesús Toral. Periodista y escritor

"Todos los que salimos en televisión nos convertimos en personajes"

  • El copresentador de 'Todo tiene arreglo' presenta su primera novela. 'El olor de la chirimoya', una trama basada en la historia de su familia en Otívar.

-¿Cómo se decide a escribir esta novela?

-Mi tía María siempre nos había hablado a mí y a mis hermanos de su padre y de la gran injusticia que se cometió con él a modo de secreto. Yo, en un momento dado, me percaté de que se iba a perder en cuanto mi tía, ya mayor, falleciera. Así que durante varios años fui recopilando los datos por medio de grabaciones que le hice a ella y después comencé a reconstruir la historia para que mi familia, los descendientes de mis abuelos de Otívar, la tuvieran siempre presente y pudieran sentirse, si cabe, más orgullosos del origen humilde pero muy honrado del que procedemos.

-¿Qué pretende transmitir con 'El olor de la chirimoya'?

-La injusticia que sufrieron mis abuelos, porque allí en Otívar, muy poca gente la conoce en la actualidad. Y es curioso, porque en los pueblos es más fácil que se vayan transmitiendo historias de este tipo de generación en generación; sin embargo, por algún motivo, el relato de lo que les ocurrió a mis abuelos se disipó sin más e incluso mi tía cuando nos contaba la historia miraba a ambos lados y bajaba la voz como si tuviera miedo de que alguien más se enterara.

-En algunas tramas da la sensación de que los personajes podrían ser protagonistas del programa que en ocasiones presenta, 'Tiene arreglo', de Canal Sur...

-En primer lugar, más que copresentar el programa sustituyo a la presentadora cuando no está, que es Toñi Moreno, lo hace muy bien y es el alma del programa. Es que estamos volviendo a la época de nuestros padres, de nuestros abuelos, donde la necesidad era el pan nuestro de cada día. En esa etapa histórica, eran los vecinos quienes ayudaban y Tiene arreglo se ha convertido en algo más que un programa de televisión, es un enorme patio de vecinos que están entendiendo que la única forma de salir de esta maldita crisis pasa por ayudarnos unos a otros, como ya hacían nuestros abuelos con sus allegados.

-'El olor de la chirimoya es una historia de generaciones y épocas pasadas, de caciquismo, sufrimiento del pueblo y políticos corruptos... Es por tanto una novela muy actual...

-¡Y que lo diga! Muchas veces me pregunto si llegaremos a caer de nuevo hasta el punto en el que se encontraban nuestros antepasados. Afortunadamente, por el momento hay algo en lo que estamos más evolucionados que en esa época y es en la educación. Eso nos otorga más posibilidades, aunque parece que incluso vamos a retroceder en ese aspecto. Y es peligrosísimo, porque un pueblo sin educación, sin cultura, es un pueblo sin libertad.

-¿Qué valoración cree que harían los protagonistas de la novela del actual panorama?

-Supongo que les costaría digerir que después de que ellos lucharan tanto para conseguir una serie de derechos y tras haber alcanzado un importante avance social se vaya tirando todo por la borda porque nos estamos dejando pisotear por el poder. Por mucho que nos traten de convencer, esta crisis no la hemos provocado los trabajadores, yo no he vivido por encima de mis posibilidades. Ha sido la avaricia desbordante de muchas personas, colocadas al frente de algunos de los principales puestos de responsabilidad política y económica de este país, los que nos están llevando al caos.

-Su primera novela parece albergar un trasfondo de denuncia, de nuevo como 'Tiene arreglo'. ¿Se puede ser crítico y sobrevivir en los medios de comunicación?

- En cuanto a la crítica, por desgracia, cada vez es más difícil. Y no lo digo por mi programa , que se atreve a denunciar a ayuntamientos de cualquier signo político; no obstante, parece que las opiniones críticas se intentan acallar a menudo de una manera que raya en la censura. Es una pena porque ese espíritu crítico es la única forma de avanzar en una sociedad.

-Tiene una dilatada experiencia en prensa, radio y televisión. ¿Con qué medio se queda y por qué?

-Me gustan todos los medios de comunicación. Soy un periodista vocacional y me siento un privilegiado por poder trabajar en este oficio que nos convierte en transmisores de información. La prensa te permite explotar la faceta más intimista, cuando el periodista se encuentra solo ante su ordenador; la radio te ofrece la inmediatez a la hora de contar la noticia y la televisión te concede la cercanía con el público y la popularidad. Ahora trabajo en este último medio, así que me quedo con él porque me apasionan las cámaras y pensar que hay tanta gente escuchando lo que dices al otro lado.

-Habla de carrera "descendente"; de trabajar en cabeceras nacionales a hacerlo en una cadena local y ahora autonómica. ¿Dónde se encuentra más cómodo?

-En una empresa que me respete como profesional y que sepa valorarme, como en la que estoy. Y no es fácil de conseguir esto. Yo soy yo, no soy mejor o peor profesional porque trabaje en una cadena local o nacional. Eso lo deben valorar los espectadores.

-¿Cómo valora el actual panorama periodístico?

-Desolador. En Granada hemos perdido a grandes profesionales que trabajaban en medios de comunicación que han desaparecido y tristemente se encuentran en paro. Igual que ha ocurrido en Andalucía y en España. No nos damos cuenta de que la espectacular reducción de periódicos, radios o canales de televisión atenta directamente contra la libertad de pensamiento: si hay menos medios hay menos voces para hacer crítica y podemos acabar convirtiéndonos todos en ovejas de un mismo rebaño, como en décadas ya olvidadas. Espero que nunca volvamos a pasar por eso.

-¿Qué permanece de ese deseo infantil de dedicarse a la medicina y al arte?

-Dentro de mí hay una parte de actor que en cierta forma utilizo para mi trabajo. No es que actúe ante la cámara pero todos los que salimos en la tele, de alguna manera, nos convertimos en personajes, y tenemos una envoltura determinada: ofrecemos la mejor versión de nosotros mismos durante esos minutos. En cuanto a lo de la medicina, se quedó en un sueño incumplido, pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho.

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