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"El arte crea personas pensantes que no convienen"

  • La Fundación Rodríguez-Acosta acoge a los artistas de la Beca de Paisaje para que desarrollen su creatividad a la par del Taller de Artes Plásticas para Niños

Vuelve el ambiente de la vieja Vanguardia. Residencias de estudiantes que buscan aislarse del mundo para meterse más en él y artistas que buscan compartir experiencias para encontrar la suya propia. Durante todo el mes de julio y hasta la mitad de agosto tiene lugar la primera tanda de la XLVIII Beca de Paisaje de la Fundación Rodríguez-Acosta. Esta beca se inició en los años 60, para seguir el ideario del fundador, el pintor José María Rodríguez-Acosta. Junto a estas promesas de la residencia, otros más pequeños, al menos en tamaño, en el Taller de Artes Plásticas para Niños Verano 2008. Sus edades están comprendidas entre los cinco y doce años. Los más pequeños "sorprenden con su capacidad de trabajo y expresión en los jardines de la Fundación", según afirma la profesora del taller, Julia Sánchez-Montes, quien les enseña técnicas que ella aprendió estando ya en la facultad como el concepto de la instalación: "la obra adquiere importancia en un contexto, y esto lo aprenden los niños con este taller en los jardines".

Fernando Sáez Prada, de Écija; Ángel Raposo, de Madrid; Francisco Javier Ortega, de Murcia, Marina Puche, de Valencia y Nekane Manrique Mezquita, de Bilbao son los nombres de los artistas seleccionados para esta primera estancia. La mayoría están casi recién licenciados y siguen formándose en doctorado o master. Lejos queda la imagen del artista maldito, escondido en su 'torre de marfil', ahora se forman, se embullen en las técnicas más novedosas y consideran el arte como el fruto de la investigación y el trabajo.

Sáez señala que pinta para satisfacerse a él, para comunicarse así mismo y si llega a más, "encantado". Puche sin embargo cuenta mucho más con el receptor. Ella desarrolla un tema en su obra, pero "es el espectador el que tiene que sacar su propio mensaje, no tengo que explicarle nada", matiza. Raposo trata de transmitir el sentimiento sobrenatural o místico que el paisaje tiene para provocar emociones en los que contemplen su obra. Ortega pretende descubrir pequeños detalles olvidados en la ciudad, sacarlos de su contexto y darles una nueva relevancia. Manrique no busca investigar nuevas técnicas, sino darle su impronta personal a las tradicionales. Juega mucho con la fotografía y al pintarla la transforma, creando nuevas imágenes.

Consideran que el papel del artista en la sociedad actual es importante, humaniza, ayuda a descubrir una nueva realidad. "Tiene que provocar al espectador", indica Raposo, al que matiza Puche al decir que "antes era más reivindicativo, ahora cada uno cuenta algo, su propia experiencia, sin tanta denuncia".

El arte no es un mundo fácil profesionalmente hablando. Hay pocas becas y subvenciones. El motivo, tal vez sea el que señala Sáez: "El arte crea personas pensantes que no convienen mucho a las instituciones, porque se pueden rebelar contra ellas". Puche, un poco más optimista apunta que "el arte es un mundo en el que tienes que tener paciencia, muchas veces se trata sólo de esperar". Por eso están muy agradecidos al trato recibido por la Fundación Rodríguez-Acosta. Y todos se sorprenden con las posibilidades de la capital granadina. "La herencia cultural se disgrega en las callejuelas, en las casas", advierte Raposo.

"Que pinten y aprovechen el entorno", es el consejo que el propio Rodríguez-Acosta les daría según Cristina, la responsable de la beca y familiar del gran pintor. Los niños también se dedican a pintar y tal vez en un futuro sean residentes.

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