última noche del zaidín rock Las bandas, lo único bueno de un festival pésimamente organizado

Rebelión a bordo

  • Está por ver si tanta incidencia no acaba por afectar a la continuidad de un Zaidín Rock que, pese a las malas prácticas de sus cabezas pensantes, sigue siendo querido

Decíamos ayer que es triste comenzar una crónica festivalera haciendo mención a las deficiencias organizativas. Hoy lo difícil es contar lo que pasó sin ofender a nadie. En ese aspecto el Zaidín ha tocado fondo y veremos si tanta incidencia no acabará por afectar a la propia continuidad de un evento que, enquistadas malas prácticas de sus cabezas pensantes al margen, sigue siendo querido por el público.

Como era previsible, y pese a los conatos de trifulca de los días anteriores por esos motivos, se comenzó cuando nos acercábamos a la hora de retraso. A-92 y Teletaxi cumplieron su papel de comparsas y ejercieron de teloneros sin captar la atención del público que durante sus actuaciones iba accediendo al recinto. La misma audacia que exhiben para elegir nombre mostraron con sus propuestas musicales. Los primeros con su pop para todos los públicos, capaz de adaptar a ritmo de rock cualquier bolero famoso, y los segundos tratando infructuosamente de construir canciones pop con envoltorio indie.

Era el turno entonces de Hombres Solos pero, como ya pasaban 30 minutos de la hora que Los Planetas tenían firmada en su contrato, hicieron valer sus galones y tomaron el escenario. La decisión -se comprobaría tres horas después- acabaría por incendiar el backstage y provocar uno de los incidentes más bochornosos que se hayan presenciado jamás sobre un escenario. Los Planetas, pues, comenzaron su actuación y dieron un concierto que fue de menos a más. Todos ellos se enfrentaron a él con ganas y Jota se dejó en casa la indolencia de otras veces. Cantó con solvencia y manejó con desparpajo el hilo de comunicación con las miles de personas que habían acudido a su llamada. Los años sobre las tablas y sus últimos acercamientos al costumbrismo granadino, ese romance que vive con el casticismo flamencoide tenían que notarse. Como dos noches antes habían hecho María del Mal, tampoco ellos pudieron resistirse a la fascinación por el folklore patrio y aportaron su cuota de rock andaluz con sus canciones de La Leyenda del Espacio. La verdad es que demostraron su condición de cabeza de cartel y con un repertorio como el suyo, repleto de himnos generacionales a los que ni los más recalcitrantes se atreven a ponerle pegas, pocos son los que pueden competir. Ni siquiera unos Lori Meyers en ascenso.

Si alguien había pensado que sus nombres juntos en el cartel iban a suponer una ceremonia en la que los mayores cedieran el testigo del rock local a los jóvenes, como en aquel Tour memorable en el que Hinault llegó a meta de la mano de su sucesor, Greg Lemond, tendrá que seguir esperando. Los Lori, con firmeza y humildad continúan en expansión pero aún les queda grande un macroespacio como el del Zaidín. Todo llegará. Como por fin le llegó el turno al persistente Cándido Ariza y sus Hombres Solos.

Con una considerable parte del público desfilando, alguien decidió incrustarlos antes que a TNT, tal vez temeroso de que si dejaban su número para el final, tal vez su concierto haría honor a su nombre. El problema llegó sin previo aviso y cuando apenas llevaban 20 minutos tocando, desde los laterales los organizadores -es una ofensa denominarlos de ese modo- los conminaron a terminar su show. Cándido, que hasta ese momento había guardado un prudente silencio acerca del maltrato al que había sido sometido su grupo, víctima de un retraso del que no era responsable, decidió buscar la complicidad del público: "No creo que otros veinte minutos más de actuación puedan perjudicar a nadie, ¿verdad?", dijo a la audiencia. Fue entonces cuando desde la mesa se les cortó el sonido. Con lo que no contaban los miembros de la Asociación de Vecinos del Zaidín, ni algún concejal que también andaba entre bambalinas, era con el motín que se venía encima. Los de Cándido podían ser unos Hombres Solos pero valientes, que se negaron a ser engullidos por la mala planificación. Zaidineros y con más de veinte años de conciertos a sus espaldas en todo tipo de garitos de España, dijeron no haberse sentido peor tratados en ninguna parte. Con los asistentes aplaudiendo su postura y aguantando el chaparrón de verse en un escenario con las luces apagadas y el sonido cortado, vencieron por resistencia y gracias a su coraje concluyeron su repertorio.

Tras el penoso incidente los esperado TNT nos retrotrajeron a los primeros años de la movida con las canciones del Manifiesto Guernika. Fue emocionante volver a verlos en tan buena forma y tan rabiosos como entonces después de tantos años, y lo lamentable es el mal sabor de boca que tuvimos que llevarnos a casa por la incompetencia de una organización que no merece tal nombre.

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