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Misticismo y sensualidad

Misticismo, sensualidad y una presencia escénica apabullante, majestuosa, rotunda. Eso es lo que vimos el viernes en el Isabel la Católica. La hermosa Lizz Wright dejó que sus músicos tomaran poco a poco el escenario y crearan el ambiente propicio para que ella, con los pies desnudos, apareciera caminando con parsimonia y elegancia para acometer los primeros versos de su tema Eternity. Como una ancestral diosa de ébano.

Su voz sedosa acaricia las palabras y las envuelve en su arrullo con una naturalidad a la que no es posible sustraerse. Es sin duda un portento vocal cuyos mejores registros aún están por venir, pues sólo cuenta con 28 años.

Crecida en una comunidad rural de Georgia al amparo del gospel que escuchaba en la iglesia de la que su padre era predicador, su estilo emparenta directamente con el de otras grandes cantantes sureñas (Flora Purim, Roberta Flack o Abbey Lincoln, pero también Norah Jones, la hija, como ella, de un pastor, Oleta Adams e incluso, salvando las distancias, con Tracy Chapman) rebosantes de soul pero capaces de moverse con maestría por el jazz, el rhythm&blues o la llamada eufemísticamente urban music.

Con todo, su propuesta está muy alejada de lo que buscan los fundamentalistas del jazz, que andaban farfullando lo melifluo y edulcorado de su directo. Y es cierto que su música se adapta sin fisuras al gusto más acomodaticio y menos audaz del espectro que la industria ofrece al público formado. Eso que se denomina pop de calidad para adultos.

Resultan curiosos los diferentes matices que el término 'adulto' denota cuando se aplica al cine o a la música. Si en el primero se reserva la palabra para soslayar la más explícita "pornografía", en lo musical acaba adquiriendo siempre un tono peyorativo, que pone el acento en el aspecto de producto de la obra.

Sea como sea, ni siquiera unos planteamientos reservones ni unos arreglos amanerados lograron ensombrecer el brillo dorado de la excelente voz de esta cantante.

Lizz Wright desplegó su repertorio hasta completar los 14 temas, un número inusual por excesivo en un concierto de jazz, y una demostración de la cercanía de su propuesta desprejuiciada con el pop más asimilado.

Así fue capaz de hacer sonar, imagino que por vez primera en este festival, una canción del gran Neil Young. A Old man le siguió el blues de Ike Turner I idolize you (todo un sarcasmo teniendo en cuenta que seguramente la escribió pensando en su esposa Tina, a la que maltrataba sin remilgos), y de ahí fue alternando los temas de sus tres discos, Hey man, Blue rose, Salt, Speak your heart, o su éxito Hit the ground, entre los que intercaló la tradicional y exquisita Walk with me, Lord y el tema Stop de Joe Henry, el productor y talento oculto de la música norteamericana, que ya incluyera en su álbum Dreaming wide away.

Lizz Wright se despidió con la canción Peace flows, una pieza inédita que reservó para un bis precedido de los acompasados aplausos del público, que tanto sorprendió a Wright. "Nunca había oído aplaudir de esa manera" dijo. Lo que ella no sabía es que el público granadino aprecia el buen hacer.

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