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Un viaje para no despertar

Lugar: Sala Industrial Copera. Fecha: viernes 13 de noviembre de 2009. Aforo: 800 personas.

¿Conocen la sensación de agonía de estar viendo algo que les fascina y que les hace disfrutar a sabiendas de que conforme pasan los minutos y mayor es el entusiasmo más cerca está también el final? A algo así se enfrentó la noche de un viernes 13 el público de The Sunday Drivers: un concierto convertido en un viaje de largo recorrido por canciones en mayúsculas que desataron fuegos artificiales encima y abajo del escenario. Los de Toledo llegaron a Granada con su artillería al completo, incluido el nuevo teclista, y desde el puntual primer minuto empezaron con una descarga de temas sin tregua. Casi completo sonó The end of maiden trip, el último disco de la banda pero convertido ya en uno de los favoritos del público. Ellos insisten en decir que es su mejor trabajo y, sin ninguna intención de cuestionar a sus propios artífices, lo cierto es que los nuevos temas se han ganado a pulso hacerse un hueco en la trayectoria de la banda. El tierno arranque a capella de My plan, los estallidos de I o Guerrilla, la psicodelia instrumental de So what... Todas las estampas y todas las paradas de este recorrido imaginario que en tantos momentos parecen guiñar con nostalgia a tiempos pasados de la banda tuvieron cabida en un concierto que se enterneció con las voces a dúo de Jero y Lyndon a lo Lennon y McCartney y que saltó a lo loco cuando empezaron a sonar los estribillos adictivos de Do it y On my mind.

La fórmula de The Sunday Drivers tiene tanto de sencilla como de efectiva: canciones que lo dan todo desde los primeros compases, melodías cuidadas hasta en los más mínimos detalles, una voz principal inconfundible y un inglés pegadizo hasta para aquellos a los que siempre se les resistió el idioma de Shakespeare.

Los padres de Lyndon Parish, el galés que se 'coló' en la banda para revolucionarla con el uso de los sintetizadores y que se ha convertido en una pieza clave en estos dos últimos años, también fueron testigos de una actuación que cumplida la medianoche se hizo demasiado corta. Es lo que pasa cuando todos, los de arriba y los de abajo, quieren más. Así que como mandan los cánones de la buena música en directo, hasta dos veces tuvieron que salir The Sunday Drivers de los camerinos para contentar a su público con más canciones y dejar los niveles de adrenalina justo a su límite después del derroche musical de Rainbows of colours.

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