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Fogosa apertura del ciclo sinfónico

Obras: Edvard Grieg, 'Concierto para piano y orquesta en La menor op. 16'; Jean Sibelius, 'Andante festivo para cuerdas' y 'Sinfonía núm. 5 en Mi bemol mayor op. 82'. Intérpretes: OCG. Solista: Martina Filjak (piano). Director: Josep Caballé-Domenech. Lugar: Auditorio Manuel de Falla. Fecha: viernes 15 de octubre de 2010.

El ciclo sinfónico, el más extenso y consistente de los que anualmente programa la OCG, se inició el viernes con un concierto dedicado por completo a la música escandinava. Edward Grieg y Jean Sibelius ocuparon un programa en el que destacó por su virtuosismo la pianista Martina Filjak. A la batuta pudimos ver y escuchar a Josep Caballé-Domenech, un director preciso en su gestualidad y concienzudo en su forma de trabajar las partituras.

El concierto se abrió con una breve pieza de Sibelius, el Andante festivo para cuerdas, en el que el autor desarrolla una compleja textura en desarrollo de intrincados motivos. Escrita originalmente para cuarteto de cuerdas, en la madurez de su carrera Sibelius realizó esta transcripción para orquesta de cuerda con timbales. El resultado es una pieza que tiene mucho de camerística, si bien el amplio desarrollo de las melodías de cada parte es genialmente potenciado por la textura orquestal. La batuta de Caballé y la labor del concertino Cristian Chivu potenciaron el empaste y sonoridad de los arcos de la OCG, que sonaron como pocas veces lo han hecho.

Como obra central del programa figuraba el ampuloso y virtuosístico Concierto para piano y orquesta en La menor de Edvard Grieg. Escrito al finalizar sus estudios, este concierto fue el tributo de un joven pianista y compositor a la tradición romántica centroeuropea que tanto admiraba; en concreto, podemos encontrar varios lazos emotivos y estéticos con la música de Robert Schumann. Aún así, Grieg le imprimió su sello personal, y estuvo revisando y adaptando la obra durante toda su vida, siendo la última versión de meses antes de su muerte.

Convertida en obra de repertorio, este concierto constituye un hito en la carrera de todo pianista por su grandiosidad y enorme dificultad. La parte solista es endiabladamente intrincada, con múltiples notas de paso de entre las cuales hay que entresacar la melodía principal. Aún así, resulta rentable el esfuerzo que requiere su interpretación por ser una de las más efectistas partituras pianísticas del siglo XIX. La pianista de origen croata Martina Filjak acometió con decisión y fuerza su versión de la partitura. Si aparente dificultad, esbozó rotundamente el entramado melódico a la vez que daba rienda suelta a la expresión rítmico-armónica de gran amplitud que ofrece la pieza. Ligera en las agilidades y potente en los sforzandi, Martina Filjak nos regaló una magnífica interpretación de esta obra, en la línea del virtuosismo centroeuropeo de finales del siglo XX. Merece también especial atención el complejo trabajo orquestal, particularmente de los vientos y la percusión, que fue matizado con agudeza por Caballé.

En la segunda parte, como única obra pudimos escuchar la Sinfonía núm. 5 de Jean Sibelius. Compleja en su diseño interior y poco ortodoxa en su estructura formal, esta sinfonía es una clara muestra de cómo su autor estuvo investigando y desarrollando su lenguaje sinfónico durante toda su carrera compositiva. Esta quinta sinfonía es un alarde de desarrollo temático, puesto al servició de un concepto compositivo en el que se van generando nuevas células motívicas a partir de las inicialmente expuestas. Si la dificultad de esta obra es dotarla de coherencia y dirección, Josep Caballé podría decirse que entendió perfectamente su labor y regaló al público asistente una muy correcta versión de la obra. De tremenda exigencia, el trabajo de los vientos fue encomiable, por lo que recibió el prolongado aplauso del público. Las cuerdas también estuvieron a la altura a nivel interpretativo, aunque en lo que a potencia se refiere quedaron algo limitadas por momentos. Aún así, podemos considerar que el ciclo sinfónico de la OCG se abrió con fuerza y fogosidad, preludiando lo que todos esperamos sea una buena temporada.

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