Actual

¿Pero entonces el soul-rock era tan cañero?

Lugar: sala Planta Baja. Fecha: miércoles 10 de noviembre de 2010. Aforo: lleno.

Puede que algunos de los que fueron a ver a The Bellrays al Planta Baja se quedaran sorprendidos. Esperando a un grupo de soul-rock, se dieron de bruces con una banda que metió tralla como pocas. Pero sorprendidos no es lo mismo que decepcionados. En realidad, allí no se vio ni una mala cara. A la vista del giro de los acontecimientos, los que esperaban soul se adaptaron a las circunstancias y disfrutaron como enanos de la avalancha de rock. La caña en directo casi siempre es una garantía.

The Bellrays funcionaron como una apisonadora, empalmando tema tras tema sin interrupción. Poseído por un ritmo frenético que de inmediato se contagió a la audiencia, el cuarteto puso bastante más empeño en mantener (e incrementar) esa sintonía que en respetar el espíritu de sus temas, en ocasiones irreconocibles porque se impuso el criterio de que primaba apabullar con su pegada.

Lo más llamativo de The Bellrays es su cantante. Lisa Kekaula es un animal de escenario, una mujer negra de imponente presencia, personalidad desbordante y vozarrón. Pero sería injusto pasar por alto al otro líder, Bob Vennum. Que es, dígase sin ambages, un guitarrista completo y versátil como pocos, un tipo que no necesita de solos interminables para demostrar su virtuosismo, que sabe darle a cada canción su tratamiento y que domina siempre lo que está pasando. Si se une a todo lo anterior una base rítmica ágil, sólida, brillante y con más tablas de lo que aparenta por su juventud,el resultado final es una banda de primera línea.

Tras una hora de bombardeo, el grupo se tomó una primera pausa pero ante el clamor volvió enseguida para seguir machacando a base de rock duro (y este término, en sus manos, no es nada peyorativo) a un audiencia extasiada, que gozó aún más cuando Lisa se puso a cantar entre las primeras filas, un viejo truco que siempre funciona.

Cayó un segundo bis, cerrado con el Highway to hell, clásico donde los haya del que lo mejor que se puede decir es que el mismísimo Bon Scott lo habría aplaudido. Y después de eso, todavía muchos espectadores, sudorosos y sonrientes, se quedaron pidiendo otra ración. Eso sólo ocurre cuando el concierto ha sido extraordinario.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios