palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El mánager de la Azucarera

APARTE de las abrumadoras sospechas especulativas que pesan sobre la Azucarera de San Isidro y su entorno (115.000 metros cuadrados que esperan uso desde hace década y media) lo que resulta inconcebible es que los más cualificados constructores de Granada se hayan convertido en los planificadores urbanísticos de la ciudad con capacidad para decidir dónde hay que emplazar la estación del AVE. No creo que exista antecedentes en las hemerotecas de una propuesta tan descarada ni, por supuesto, de un asentimiento tan alarmante e inmoral por parte de la autoridad pública, en este caso el alcalde, José Torres Hurtado, que se ha mostrado encantado en defender la oferta ante el Ministerio de Fomento. En otros tiempos hubiera habido más recato. Pero ahora no es el caso. Se ve que el alcalde está convencido de que una vez instalado su partido en La Moncloa y con el pie puesto en San Telmo no hay límites: ni siquiera límites para el pudor. Si alguien tenían sospechas de quién elabora los planeamientos urbanísticos de una ciudad ahora, con el paso adelante de los propietarios de los terrenos de la vieja azucarera, ya puede proclamarlo sin miedo a ser vilipendiado en los tribunales. Al menos en este caso está meridianamente claro.

De nada han servido, al parecer, los meses y años invertidos en negociar el trazado entre el Ministerio de Fomento, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento. De nada van a servir los acuerdos previos sobre el emplazamiento del apeadero, el compromiso contraído con el arquitecto Rafael Moneo ni la estupenda ubicación elegida para la estación que enlazaría directamente con el Metro. El trabajo de las administraciones, es decir, de las instituciones competentes para diseñar el urbanismo y las infraestructuras de una ciudad, ha saltado hechas añicos por la orden de los constructores con el camelo de que la operación especulativa abarataría su construcción. Dice el alcalde por la boca chica que, no obstante, hay que ser prudentes, no sea que los promotores pidan por los terrenos una millonada. Él sabe que no. El coste económico de un acuerdo como este tiene menos que ver menos con el coste en metálico que con las compensaciones urbanísticas. En los pelotazos inmobiliarios no se mueven dineros sino planos y solares. Y el asunto del traslado de la estación, me temo, está pasteleado. En la Gerencia de Urbanismo tienen (aunque sin registrar) el proyecto, que incluye tres o cuatro torres inmensas.

Es verdad que en Granada y en otras ciudades se han dado pelotazos de esas características pero, como dijimos al principio, ha primado el disimulo. Ahora no. Los promotores han dado el paso e incluso han contratado al alcalde como mánager.

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