MIRADA ALREDEDOR

Juan José Ruiz Molinero

El alma del Festival de Santander

ME he referido en numerosas ocasiones a la importancia que tienen para las ciudades europeas sus Festivales internacionales de Música: desde Bayreuth a Atenas, de Salzburgo a Perugia, desde Aix-en-Provence a Venecia, desde Florencia al viejo Dubrovnik y, naturalmente, entre otros muchos, a los españoles de Granada y Santander, ambos con la misma antigüedad. Una trascendente actividad que recoge en su sentido universal el alma y el espíritu de Europa, en una conjunción entre música, danza, teatro y arte en general, con la personalidad histórica y monumental de sus sedes.

Agosto es el mes que la capital cántabra celebra su FIS, clausurado este año el pasado 25 con una noticia sorprendente para los que hemos seguido la trayectoria del Festival santanderino: el cese de su director José Luis Ocejo que durante 33, de sus 61 ediciones, ha sido el conductor de un certamen que ha colocado en puestos de honor en el circuito de Festivales Europeos, de cuya asociación era -y sigue siendo hasta nuevas elecciones- vicepresidente. Por eso puedo decir que si cada Festival, por sí mismo, tiene su alma, Ocejo era el alma creadora, renovadora de esta oferta europea. Es imposible en esta breve columna hacer historia de los acontecimientos operísticos, sinfónicos, de danza y la pléyade de figuras en la dirección orquestal, de escena, solistas con sello europeo, americano, asiático -en Santander muchos descubrimos el talento de Juan Diego Flores- y los innumerables estrenos de obras de autores españoles que han visto la luz en este Festival, donde los estrenos absolutos han sido una de sus señas de identidad, entre ellos obras como El Réquiem, de García Román -dentro de la positiva colaboración de los Festivales de Granada y Santander- u otras de Juan Alfonso García, sin olvidar los dedicados al mundo lorquiano, como la ópera de Miguel Ortega La casa de Bernarda Alba, entre infinidad de creaciones basadas en el poeta granadino. Bien en el Palacio de Festivales -antes en la Plaza Porticada, donde el santanderino Ataúlfo Argenta iniciaría su historia o en las citas en los monumentos de Cantabria- públicos de todas partes del mundo se han reunido para escuchar óperas de Wagner, Verdi, Puccini, Donizetti, Mozart, entre tantos otros grandes maestros del repertorio, ver los mejores ballets y deleitarse con las interpretaciones más memorables que podrían dejar las batutas de Mehta, Haitink, al que le escuché, con la Concertgebouw una extraordinaria versión de la Octava de Bruckner o Kurt Masur, entre los que he admirado en las últimas incursiones cántabras.

Ocejo -aunque él no lo ha dicho- supongo que ha caído en ese afán recortable que el PP -que gobierna hoy Cantabria- aplica a la cultura. En cualquier caso su amor y dedicación al importante acontecimiento cántabro quedará grabado en su mejor historia.

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