El Observatorio

josé Carlos Del Toro

El lado equivocado

HACE dos semanas comentaba aquí casos extremos de influencia religiosa nociva en nuestras sociedades. Pero hay otras situaciones menos evidentes, más sutiles e incluso más cercanas a nosotros que igualmente tienen su origen en la influencia religiosa. Es el caso de muchos de nuestros comportamientos sociales, de nuestra idiosincrasia e identidad a veces calificadas de latinas y que yo, sin embargo, identificaría más como herencia religiosa. El siglo XVI fue clave en la historia del mundo occidental y se podía caer en uno u otro lado de la contienda. A nosotros, desafortunadamente, nos tocó el equivocado en vez del triunfador. Con todo un imperio y unas riquezas sin parangón en la historia de la humanidad, nuestros mentecatos monarcas optaron por subrogarse a los intereses del Vaticano y con ellos a toda la cultura de haz-lo-que-sea-que-siempre-hay-momento-para-el-arrepentimiento-y-el-perdón-finales. Se puede triunfar siendo un vago. Es más, si se cometen desmanes, un buen acto de contricción en el momento adecuado lo arregla todo en un plisplás. He aquí una de nuestras máximas culturales nacionales: el más listo es el que gana más dinero con el mínimo esfuerzo.

En el otro lado, en el de la Reforma, el interés por separar lo divino de lo terreno condujo a la comprensión de que solo el esfuerzo te dirige al triunfo. Es verdad que en ese lado a menudo se confunden éxito con mérito a veces injustificadamente, pero también es verdad que les hace aplicar medidas sensatas para labrar el futuro. Ante la necesidad de recortar por la crisis, unos -los de este lado y con tristeza he de reconocer que independientemente del color político- concluyen que todo lo que no produce un beneficio directo e inmediato (no se sabe si a todos o a unos pocos), como la educación, la salud y la investigación científica merece la fortuna de ser sacrificado en aras de la mejora económica. En el otro lado ya se dieron cuenta hace mucho del ingente esfuerzo y tiempo que hay que dedicar a esos tres pilares básicos de la sociedad para que se pueda labrar un futuro sin lastres y sin taras y deciden no ya recortar como en otras partidas sino incrementar los presupuestos. Véanse los casos de Alemania y Estados Unidos. Esa postura tan nuestra no es sino una concesión a la pereza intelectual que impide a nuestros gobernantes comprender lo mezquino y lo parcial de sus medidas fáciles. La prosperidad no se alcanza trincando sino trabajando. Espero que si en algún momento se dan cuenta de su error y se arrepienten no encuentren fácil el cristiano perdón.

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