Bloguero de arrabal

pablo Alcázar

El gozo de la 'santateresa'

RODEADOS, como estamos, de metáforas pedestres, se agradece cuando alguien encuentra la forma de decir más con las palabras o las imágenes precisas. Un ejemplo: la foto de la sucinta rotonda de Alhendín, metáfora, ya canónica, de cuántos políticos caben en una inauguración. Con igual precisión el poeta peruano José Watanabe en su poema La mantis religiosa convierte la información que le suministra una enciclopedia, sobre los hábitos amorosos de la santateresa, en una espléndida alegoría erótica. Después de Trento, en España, y también en Europa, hubo desocupados que les dio por 'divinizar' cualquier obra profana. Hubo un poetastro santurrón, Sebastián de Córdoba, que hasta se atrevió a poner sus sucias manos sobre Garcilaso de la Vega. El resultado fue su Garcilaso a lo divino. Córdoba ahoga en un didactismo misionero la excelencia poética de Garcilaso. Por el contrario, Watanabe consigue poetizar con éxito el artículo enciclopédico que ha consultado para saber por qué la carcasa de un macho de mantis, que ha encontrado, aparece vacía. El poeta lo dice así: "el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando hembra y la hembra ya estaba aparecida a su lado, acaso demasiado presta y dispuesta. Duradero es el coito de las mantis. En el beso ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido, que va licuándole los órganos y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo, y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula a la muerte. Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita. Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta del macho. Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra de agradecimiento".

Seguramente, al igual que Sebastián de Córdoba, Watanabe persigue un fin pedagógico: mostrar la íntima relación entre amor y muerte y advertir de que sólo el amor que te pone al borde de la destrucción o que te disuelve en la nada, merece la pena. Nada que ver con los polvos industriales y múltiples que tienen lugar tras un botellón o un concierto. Aunque como ensayo para el momento supremo de la disolución amorosa, no habría que despreciarlos. A la mística, siempre la ha precedido la ascética.

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