ME temo que la nueva red de autobuses va a ser la indiscutible diana de las carocas del próximo Corpus y va a marcar las casi coincidentes elecciones municipales. Más de una quintilla pondrá en solfa la curiosa manía de utilizar acrónimos para todo y nos recordará que el rimbombante LAC no es más que un autobús grande que da vueltas al centro; otra habrá que nos haga reír a mandíbula batiente con esta nomenclatura a base de Norte y Sur que nos ha descubierto que, en Granada, la Avenida del Sur está en el norte y nos recomendará comprarnos una brújula para pasear por la ciudad. Y alguna habrá que nos provoque una lagrimilla pensando en ese 11 con el que tantos hemos crecido.

Por mucho que se empeñen algunos, Granada es una ciudad pequeña. El principal problema de nuestro transporte urbano no reside en el centro sino en la conexión de la capital con la zona metropolitana que nos rodea. Y a esa realidad no se da solución. No creo que se imponga la sensatez y volvamos a un sistema que funcionaba razonablemente bien. Así que seguiremos la recomendación de nuestros munícipes y asumiremos el LAC y lo que ha traído consigo. Pero convivir con algo a disgusto no supone su aceptación.

No cambiar lo que funciona es una regla básica de gestión. En nuestro día a día buscamos la utilidad. Pero la política es campo abonado para quienes quieren legar algo que se recuerde durante generaciones. Y eso que las ciudades están llenas de placas homenajeando a olvidados próceres. Distinto es que todo sea perfectible y una correcta gestión de recursos exija una mejora continua. Pero como la rutina es una de las características básicas del ser humano, rechazamos los cambios radicales. Si donde antes bastaba con tomar un autobús, ahora hay que tomar tres, algo falla. Claro que esa cuestión no preocupa a quienes acuden al trabajo en coche oficial y no sufren mermas en su nómina en caso de llegar tarde. Aunque puede que sí les afecte una vez que se recuente el voto de los barrios en las próximas municipales. Claro que entonces, ya será tarde.

Pero lo que más me sorprende es que entre toda la información que se ofrece en la página web del Ayuntamiento sobre el increíble superLAC no haya, aparte de autobombo, ni un solo número. Ni sabemos a cuánto asciende la inversión, ni el plan de negocio trazado, ni el plazo de amortización, ni nada de algo que también nos interesa: ¿qué se hace con nuestro dinero?

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