Ignacio Henares

Un tesoro de joyas botánicas

Sierra Nevada constituye un extraordinario 'punto caliente' de biodiversidad vegetal con más de 2500 plantas diferentes, muchas de ellas endémicas, que no están en ningún otro lugar

Sierra Nevada es el centro de diversidad vegetal más importante de la Región Mediterránea occidental con 154 tipos de comunidades vegetales diferentes descritas.

Decía Federico García Lorca, que "los ríos de Granada bajan de la nieve al trigo", aludiendo al recorrido vertical que realizan el Genil, el Darro y el Dílar, si el punto de vista es la Vega granadina desde la que el poeta contemplaba nuestra Sierra. Pero si nos situamos en la Alpujarra podíamos extender la metáfora "... hasta el higo, e incluso hasta la chirimoya" ya que prácticamente el macizo llega hasta los cultivos subtropicales de la Costa.

Por esta razón, si hacemos un recorrido desde las altas cumbres, por encima de los 3.000 metros, hasta la base de la Sierra podemos distinguir una serie de formaciones vegetales muy variadas que van desde los pastizales psicroxerófilos (del desierto frío) hasta los albaidales y tomillares subdesérticos, pasando por enebrales-piornales, tomillares dolomíticos, pinares, robledales, saucedas, encinares o espinares.

Este viaje en altitud, de apenas 30 kilómetros de distancia, puede asemejarse a un recorrido de miles de kilómetros de latitud, como si nos desplazáramos hasta el Norte de Europa, de ahí que se considere que Sierra Nevada, la gran montaña mediterránea, es como un pequeño continente.

Hasta ahora se han catalogado más de 2.100 especies de plantas vasculares en Sierra Nevada, que se corresponden con cerca del 30% de la flora de la España peninsular, con sólo una extensión del 0,4% de esta área. Si comparamos estos datos con los de toda la Región Mediterránea encontramos que la flora nevadense representa en torno al 7% del total con una extensión inferior al 0,01% del territorio.

Pero si estas cifras, estos valores absolutos de la flora vascular de Sierra Nevada, son espectaculares, más importancia tiene el hecho de que cerca de un centenar de estos taxones sean endémicos, es decir, no se encuentran en ningún otro lugar del planeta, a los que habría que añadir más de un centenar adicional de especies si incluimos los endemismos béticos compartidos con otras montañas andaluzas.

En la zona de cumbres más de un tercio de las especies que nos encontramos son endemismos exclusivos de Sierra Nevada y en algunos lugares, como los cascajares (pedregales móviles situados en pendientes muy elevadas) o los tajos de los roquedos, este porcentaje se eleva hasta el 80%.

En contraste, países europeos como Austria, Dinamarca, Suecia, Checoslovaquia, Polonia, Alemania, Reino Unido y Bélgica, no llegan a sumar entre todos ellos la cantidad de especies endémicas que tiene Sierra Nevada.

Muchas de estas plantas están especialmente amenazadas tanto por causas naturales, (incluido el cambio climático aunque este tenga un origen antrópico), como por causas producidas directamente por la actividad humana (sobrepastoreo, contaminación del agua, recolecciones, actividades recreativo-deportivas, incendios, construcción de infraestructuras...)

Algunas son auténticas joyas botánicas, como la insólita planta anual Arenaria nevadensis, que habita por encima de los 3.000 metros de altura; o la más abundante y emblemática Plantago nivalis, nuestra estrella de las nieves con sus hojas en roseta y pilosidad blanquecina. Unas reliquias representativas de condiciones de vida muy hostiles son dos taxones monotípicos: Rothmaleria granatensis, propia de los duros ambientes de los arenales dolomíticos, y Euzomodendron bourgaeanum, planta termófila que vive en las ramblas semiáridas del extremo oriental almeriense.

Sin embargo, quizá la más amenazada del macizo sea Laserpitium longiradium, una extrañísima hierba de gran tamaño y de gran especificidad ecológica que tiene una sola población bajo el sotobosque de encinares húmedos sobre calizas. Por arriba en lo más alto, próxima al Mulhacén, el techo de la Península Ibérica, encontramos a la amapola o adormidera de Sierra Nevada, Papaver lapeyrousianum.

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