NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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SOY aficionado al fútbol, ya lo he confesado en alguna ocasión, y lo declaro utilizando un término casi religioso. En nuestra ciudad hemos asistido a uno de esas ensoñaciones milagrosas. Estábamos condenados y nos salvamos. El sábado pasado tuve otra ensoñación mientras escuchaba la pitada al himno nacional. No he podido averiguar el origen de un eslogan que a manera de banner pude ver de forma fugaz después de los pitos. Decía: Football is changing (El fútbol está cambiando). Me pareció una ironía atroz, un sarcasmo absoluto, otra tomadura de pelo de esta inmensa maquinaria que es el fútbol profesional. Quizás fuera alguna campaña publicitaria de las que hacen que todo esto ruede y ruede, como la pelotita. Y entonces pensé: ¿Será un mensaje subliminal de algún partido político?
Pudiera ser que se estuviera declarando que en el fútbol iba a desaparecer la corrupción, o que realmente solo hay algún caso aislado que, ya se sabe, nunca se puede controlar. ¿Se podría aplicar al mundo de la política? O se podía referir a que los dirigentes iban a cambiar y no se volvía a elegir al de siempre, sea Blatter, Plattini o Villar. ¿O lo aplicamos a esos políticos alcaldables y presidenciables que quieren repetir pase lo que pase en las elecciones? O puede que hagamos como los jugadores que se escupen, insultan y agreden en el campo para luego decir que eso es cosa del juego y que queda solo en el césped. ¿Lo aplicamos a lo de insultarse en campaña electoral por activa y por pasiva, pero luego se piden perdón, se saltan todas las líneas rojas y vamos a repartimos los sillones cuando hemos acabado de contar los votos?
Habría tantas cosas que realmente podrían cambiar en esto del fútbol; pero quizás entonces el fútbol no sería fútbol y además ya saben el fútbol es un juego, aunque se juegue con muchos millones. No sé si despertarme y dejar de hacer símiles con la política porque con las cosas de comer no hay que jugar; eso me da que pueden pensar muchos políticos. En particular aquellos que piensan que la política no puede cambiar, o quizás que todo puede cambiar para que todo siga igual. No tengo ánimo de enmienda, me sigue gustando el fútbol aunque cada vez estoy más convencido que el fútbol efectivamente está cambiando; pero a peor. Vale.
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