Editorial

La cordura política vuelve a Convergència

TRAS una temporada instalada en la negación de la evidencia y en la radicalización del discurso independentista, parece que la cordura política regresa poco a poco a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), el partido que -guste o no- sigue poseyendo muchas de las llaves políticas, económicas y sociales en esta comunidad autónoma. Sólo en el marco de una calculada y aún tímida rectificación se pueden comprender las recientes declaraciones en las que el candidato de CDC para las elecciones generales del próximo 20 de diciembre, Francesc Homs, admitió que los soberanistas no tienen aún una mayoría suficiente para culminar un proceso unilateral de independencia de Cataluña y que es necesario abrir una nueva fase de "diálogo, negociación y pacto" con el Gobierno de España. En general, cada vez es más evidente el malestar entre muchos sectores de Convergència -partido que representa los intereses de la gran, media y pequeña burguesía catalana- por la deriva a la que le está llevando un proceso que los ha dejado a merced no sólo de la izquierda de ERC, sino también de un extravagante partido antisistema como la CUP. Nada más lejos de los viejos valores del seny y la centralidad que eran la bandera sociológica de la Convergència de otros tiempos.

No había que esperar a las declaraciones de Francesc Homs para imaginar que de los resultados electorales del 20-D dependerá en gran parte la futura evolución de los acontecimientos en Cataluña. No hay duda de que el Gobierno de la nación que resulte de esos próximos comicios tendrá como uno de los puntos más importantes de su agenda la cuestión secesionista catalana. Ahora bien, sería asimismo deseable la convocatoria urgente de nuevas elecciones en la comunidad autónoma catalana para desbloquear una situación absurda y esperpéntica en la que se encuentra. Con los mimbres actuales de Cataluña, es imposible hacer ningún cesto de entendimiento con el resto de España.

No hay que temer al diálogo. El Gobierno de Madrid debe sentarse todas las veces que sean necesarias con el Govern de la Generalitat -sea este soberanista o no- para hablar del futuro encaje de Cataluña en el Estado español. Se pueden mejorar muchas cosas y, sobre todo, limar muchas asperezas y malentendidos de raíz histórica. Sin embargo, afirmamos una vez más que ese diálogo después de la cita del 20-D nunca debe poner en peligro la igualdad entre todos los territorios que componen España.

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