La ciudad y los días
Carlos Colón
Solo hay una forma de vivir la Navidad
AQUELLOS que escribimos somos prisioneros de nuestras letras, por ello dijo algún sabio griego que a los doctos se les reconoce por sus silencios más que por sus discursos. Escribía yo tras las elecciones municipales del pasado junio que había otra opción de gobierno para nuestro Ayuntamiento, una opción que cambiara el enfrentamiento por el dialogo (Cajón de sastre, 16 de junio de 2015), pero esa idea parece que no entraba en el menú del gusto del líder de Ciudadanos; al menos no estaba en aquella comida con la que se selló el pacto del gobierno municipal.
Me pregunto qué pecado hemos cometido los ciudadanos y ciudadanas de Granada para tener una clase política tan enamorada de la ciudad, tan dispuesta a no dejar los sillones aun cuando hayan perdido mayorías, aun cuando la salud se lo aconseje, aun cuando los suyos se lo pidan o le hagan la cama. No me cabe duda que si el PP tuviera mayoría absoluta se dejarían correr los lentos tiempos de la justicia, como parecía apostar de primeras el nuevo jubilado de la ciudad. Además a Ciudadanos, con una posible repetición de elecciones a la vista, puede que le apetezca cambiar el menú. Lástima, hemos perdido un año. Sí que tengo mis dudas sobre qué tipo de revuelto de plato de verduras de la Vega o huevos revueltos del Sacromonte se podrá ahora cocinar en los fogones municipales, pero dada la gran cantidad de gastrobares que tenemos en Granada, démosles un voto de confianza.
La justicia dirá si hay corrupción o si todo es una trama embustera o si todo es un mal engendro o lo que sea. Lo que debe dolernos a los granadinos es que seguimos siendo un cromo intercambiable entre partidos y personas. Yo me voy si tú te vas, yo lo dejo pero tú también, ¿qué amor por la ciudad es ese señores populares? Los más jóvenes no lo conocieron pero refresquemos la memoria: ya en las primeras elecciones municipales (abril de 1979) nos acostamos con un alcalde del PSA y nos levantamos con otro del PSOE, cambiamos los cromos por Sevilla y desde entonces bailamos al "son-son" de las sevillanas.
Soñemos con que terminan los enfrentamientos con la Junta y Granada será imparable. Dejemos que los jubilados, tan importantes para la economía de la ciudad, puedan tener sueños felices al darse una cabezadita mientras cuidan a sus nietos. Quizás a algún recién jubilado le parezca una pesadilla. Será, sin duda, que los empachos de poder producen malos sueños. Vale.
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