Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Fuente de las Lágrimas

UN equipo multidisciplinar, del que forman parte los investigadores del Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada, rastrea desde el lunes las dos zonas cercanas a Fuente Grande, en Alfacar, donde podría estar enterrado Federico García Lorca y las demás personas que fueron fusiladas con él una madrugada del mes de agosto de 1936 por las tropas franquistas destacadas en Víznar. El hecho histórico se puede resumir de dos formas. Una, que por fin se hace justicia a la historia y a la memoria de la ciudad; y dos, que comienza el espectáculo.

Supongo que todo lo que acontezca a partir de ahora será una mezcla de justicia y espectáculo porque, al mismo tiempo en que se desvela una de las páginas más simbólicas y crueles de la guerra civil -y de los pormenores de la represión a fuego que costó la vida a miles de granadinos- será inevitable el desfile de informadores de toda condición en busca de imágenes o noticias sobre la búsqueda de los restos del poeta y sus acompañantes en aquellos tétricos momentos. Y sobre todo la reaparición de teorías, testimonios y bulos en torno al asesinato. Hace un año, cuando parecía inminente la búsqueda de la fosa, circularon muchas hipótesis, incluida el posible traslado de los restos a un espacio vecino cuando se construyó en los añso ochenta, por la Diputación de Granada, el parque de Alfacar.

Ahora, cuando la búsqueda del enterramiento es un hecho cierto y los georradares ya inspeccionan el lugar para detectar movimientos profundos de tierra, debe primar, en orden de prevalencia, la idea de que se trata de una petición legítima de los familiares de algunos de los asesinados y que el objetivo último de la excavación, más que hallar o resucitar a Lorca, es recuperar los restos que han sido reclamados por los herederos tal como se ha hecho en numerosos lugares de España. Luego vendrá lo demás: los detalles, la situación, el esclarecimiento y la mitología.

La Consejería de Justicia parece estar dispuesta a que se cumplan con rigor -y con respeto a la intimidad de todos los implicados- estos objetivos. De hecho, como ya hicimos notar en otro comentario, ha puesto las guías para que un proceso de identificación tan delicado y que levanta tantas expectativas no descarrile. Las opiniones en contra o a favor, las polémicas y todo lo que pueda sobrevenir a continuación será el precio inevitable que habrá que pagar por desenterrar algo más sutil y caprichoso que un cadáver, el mito y, con él, cada unas de las manifestaciones de fervor o de desprecio que suscita.

Pero eso debe ser otra historia.

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