El as en la manga

Ángel Esteban

Paso del Estrecho

EN el avión Roma-Málaga oigo una canción de Vetusta Morla: "Descubrimos que al final, las palabras que no existen nos pueden salvar". Juzgo la frase impactante, puedo con ella comenzar, ya en Granada, tres horas más tarde, el discurso de clausura de la entrega del Premio Paso del Estrecho, convocado por la Fundación Cultura y Sociedad. Si a veces hasta las palabras que no existen pueden salvar, qué no harán las que sí existen, cuando están bien dichas. Y cito los relatos ganadores, como un eslabón más en la cadena de buenas intenciones para que las diversas culturas de Europa, Oriente Medio y África Septentrional lleguen a un completo entendimiento.

La foto de las premiadas, casi todas mujeres, es elocuente: una veinteañera marroquí, que solo deja ver sus manos y el óvalo que descubre ojos, nariz y boca, al lado de un ama de casa sevillana de lo más correcto y una treintañera madrileña con una minifalda y un escote que alegran la tarde. No cumplimos la paridad zapateril, pero nos entusiasma tanto éxito femenino. Han sido casi doscientos relatos, en español y árabe, de treinta países de Europa, América, África y Asia. Y comento la película Masala, con una Belén López sublime encarnando a una profesora de música que logra hacer, de unos delincuentes irredentos de un instituto conflictivo, llegados de todas partes del planeta y con familias desestructuradas, unas piezas delicadas y sensibles.

Por la noche, hablo con Yannelys del acto en La Alhambra y me cuenta el éxito de su iniciativa en la Passaic High School, de un barrio a las afueras de Nueva York, donde es catedrática de instituto. Ha preparado con los alumnos una representación de La casa de Bernarda Alba. Su "masala" gringa, similar a la original, llena de latinos recién llegados, se ha convertido este año, gracias a la palabra poética de Lorca, y al esfuerzo de mi mujer, de la que soy un fan absoluto y ciego, y de otros profesores de la escuela, en otra balsa sin conflictos, con chicos y chicas que van a clase, no se pierden un ensayo y estudian literatura con eñe como si les fuera la vida en ello. Belén López mejorada, en alma y también en cuerpo.

Concluyo que cualquier iniciativa para hacer este mundo más habitable es bienvenida, y que el poder de la palabra y del arte son más atractivos que los cantos de sirena. Yo también paso del estrecho, del estrecho hábitat de quienes creen que las diferencias de raza, cultura e ideología llevan al fracaso del mundo globalizado, y confío en la magia del verbo. Hablando se entiende la gente. Escribiendo y leyendo se salva.

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