EL señor Ratzinger, jefe de Estado del pequeño pero importante país del Vaticano, ha venido, como todos ustedes saben, a visitarnos en lo que se suele denominar un viaje pastoral que tiene como principal objetivo, imagino, apacentar un rebaño que, al parecer, anda un poco perdido por los agrestes y peligrosos apriscos de la sociedad civil. La visita del señor Ratzinger ha sido un agradable acontecimiento para un país como el nuestro que, aunque como también saben ustedes, se declara aconfesional en su Constitución, tiene una parte importante de su población que comparte la misma religión que el señor Ratzinger que, además de ser jefe de estado, es el jefe de la organización religiosa que agrupa a los que con él comparten religión, la Iglesia Católica. Por esta curiosa coincidencia y por su posición dentro de esta organización al jefe del Estado vaticano se le conoce igualmente con el nombre de "Papa" entendiendo de esta forma, que sus correligionarios lo reconocen como su padre espiritual y de ahí viene lo del rebaño y lo de la visita pastoral. Total que en España han estado de visita el jefe de Estado vaticano y el Papa al mismo tiempo, visitando, uno, un país extranjero, habitado por ciudadanos libres que seguro que le respetan, y el otro a sus feligreses, a sus hijos espirituales.

Esta reflexión que pudiera ser, aunque algo confusa, de cierta lógica, ya que no es absolutamente imposible que alguien sea dos cosas a la vez, se torna chirriante cuando se mezclan las dos substancias de la persona y el Papa que debe y puede dirigirse a su rebaño como estime oportuno, cambia el registro y se dirige a los ciudadanos del país que amablemente le recibe, como si fueran sus descarriadas ovejas y no sólo les pega una bronca de muy señor mío, sino que además se mete en cosas que no son de su competencia y falta por así decirlo, a las mínimas normas de la cortesía.

Y es que, por mucho que le pese a Rouco y a algunos otros, la organización civil del estado español no es de la competencia del jefe del estado vaticano ni tampoco del Papa y, por eso, el código civil, la educación, la justicia, los impuestos y otro montón de cosas, se regulan por leyes civiles que nacen en los órganos legislativos de España y no sólo no es de recibo que un jefe de estado extranjero venga, cordialmente invitado o no, a ponernos a parir, sino que es más que urgente una Ley de Libertad Religiosa que ponga orden en este disparate.

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