Pieza suelta

José Antonio / Pérez Tapias

Un jarrón en el diván

EL jarrón chino se ha cascado. Espíritus que bullían en su interior le han jugado una mala pasada al lanzar hacia fuera efluvios que pugnaban por salir. Lo han hecho con tal fuerza que han provocado en su entorno una extraña explosión, activando fuerzas reactivas con notable impaciencia por estrellar su ímpetu contra una X incognoscible. Cascotes de distinto tamaño, de rebote, han golpeado al jarrón, que ha perdido la limpidez que lucía en medio del trasiego debido a las dificultades para su ubicación.

Una larga entrevista en la prensa ha sido la ocasión para que Felipe González, inventor de la metáfora del jarrón chino para los ex presidentes de gobierno, haya hecho declaraciones más que polémicas sobre la lucha contra ETA estando él a la cabeza del Gobierno de España. Tras hablar de fondos reservados y "tripas del Estado", González cuenta cómo en cierto momento tuvo en su mano la decisión de proceder o no a la voladura de la dirección de la banda terrorista, toda vez que se llegó a conocer el lugar y fecha en que iba a reunirse. Afortunadamente, decidió que no se hiciera tal cosa -¡en territorio francés!-, en coherencia por lo demás con una actuación de gobierno que en 1987 logró poner fin a la guerra sucia contra el terrorismo etarra, aun con zonas de sombra que ahora vuelven a aparecer con motivo de esas mismas declaraciones.

No acabando ahí las confidencias de quien es reconocido como estadista, González deja ir su verbo para comunicar las dilemáticas cuitas que le persiguen, confesando que aún tiene dudas sobre si su decisión fue la correcta, pues de haber sido la contraria quizá -dice- se habrían evitado muchas víctimas de ETA. Es ese el momento en que el jarrón se desliza hasta verse cascado. Ante ello, el mensaje de vuelta que la sociedad envía a quien fue presidente del gobierno es que con su decisión acertó, como acredita el bien que ello supuso para un Estado democrático de derecho que se vio libre de la imborrable mancha que hubiera supuesto tal atajo de todo punto improcedente. Se incluye en el mensaje la exoneración de verse apresado en el citado dilema, dada la injustificable salida que a través de él se apuntaba.

¿Cómo entender tan chocantes declaraciones en quien con lucidez aborda la situación mundial, la crisis económica o el liderazgo político? ¿Podría tratarse de exceso de mala conciencia? En cualquier caso, parece un aflorar de lo reprimido -que no desaparece, sino que retorna-, tejiendo un relato en que el protagonista se reconcilia consigo reconstruyendo su historia. Pero la sociedad en su conjunto ni quiere ni puede comparecer en el diván del psicoanalista. La cuestión añadida es que, cascado el jarrón, es irrecuperable la brillantez de su superficie.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios