La esquina

José Aguilar

Al olor del cambio

NO se ha visto nada parecido, a no ser en campaña electoral. Me refiero al doble éxito de multitudes que tuvo el Partido Popular el pasado martes. Trescientos comensales acudieron a mediodía a escuchar al secretario general del PP andaluz, Antonio Sanz, presentado por Mariano Rajoy en el Foro Joly; más de mil ciudadanos fueron por la noche ¡a la presentación de un libro! Aclaro: el libro era la biografía que le ha escrito mi compañero Carlos Navarro a Juan Ignacio Zoido, candidato popular a la Alcaldía de Sevilla.

A Sanz hasta le preguntaron qué consejería va a ocupar cuando ganen las elecciones autonómicas. Zoido firmó más libros que un ganador del Planeta. Pero lo que me interesa destacar es el público asistente a los dos actos y el ambiente que se respiró en ambos. Ambiente de euforia desatada, sensación de triunfo inminente, clima de cambio de ciclo. Y público no estrictamente militante. El grueso de los congregados no eran los fieles de mitin y pancarta, sino más bien el amplio espectro de los que se huelen que la tortilla va a dar la vuelta y que es preciso orientarse en la dirección de los cocineros que se encargan de su elaboración.

Porque igual que el tiburón huele la sangre y se lanza sobre sus víctimas hay tiburones y otros peces que huelen las victorias políticas y se lanzan sobre los ganadores para darles un calor que esperan ver correspondido a su vez con el futuro calor político que emana del poder. Tocando todos los niveles: allí podían estar el próximo alcalde de Sevilla, el próximo presidente de la Junta y el próximo presidente del Gobierno. De modo que mucha gente también quería acercarse, dejarse ver, agradarles si era posible. Arrimarse, en fin. Esto ya lo he vivido yo cuando moría UCD y estaba claro que Felipe González iba a ganar las elecciones (1982) y cuando el PSOE se despeñaba y estaba claro que Aznar ocuparía la Moncloa (1996).

Quien no esperaba un contrato público soñaba con una concesión administrativa, el que con el PSOE lleva años sin hacer obras intentaba mostrar su adhesión sobrevenida a los nuevos gobernantes que se adivinan, aquel cuyo hijo bien masterizado no termina de encontrar trabajo ya lo veía encaramado a la próxima Administración... Por haber había incluso los que no perseguían su interés, sino que estaban encantados ante la posibilidad de que se impongan en las urnas sus valores y su ideología. Empresarios y profesionales, comerciantes y funcionarios, artisteo y farándula, juventud y mediana edad... Todos dispuestos a recordar mañana a quien corresponda: "Yo fui, yo estuve, yo participé". Todos empezando a trabajarse una biografía de camisas viejas. Una constante en la historia de España: nunca hubo tantos socialistas en España como en 1982.

Fue un plebiscito doble. Todo por la causa. Por la causa del triunfo.

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