La colmenala colmena

Magdalena Trillo

Presiones

ASEGURA la diputada de Cultura que tiene dos cartas con "amenazas" que le impiden revelar las presiones y la 'guerra sucia' que ha sufrido la institución pública durante la negociación del legado Guerrero. Acusa a la ex directora del centro, Yolanda Romero, de trabajar "para otros intereses" y dice tener un amplio dossier cuyo conocimiento sería un verdadero escándalo. "Guerrero debe estar revolviéndose en la tumba", llegó a aseverar el viernes ante los periodistas al ser preguntada por la inminente marcha de la obra del pintor una vez descartado su traslado al Museo de la Memoria.

Si la situación ha sido tan grave como declara Pérez Cotarelo, deberíamos preguntarnos por qué no ha acudido a los tribunales. Si tiene amenazas por escrito (más allá de la petición de confidencialidad que se presupone en toda negociación), por qué no las ha denunciado. Si tiene pruebas fehacientes de que una funcionaria de la Diputación ha perjudicado los intereses de la entidad en beneficio particular, por qué no ha ordenado abrir una investigación. Parece osado realizar unas acusaciones públicas de tal magnitud sin aportar documentos. ¿Todos los buenos están en un bando y todos los malos en otro? ¿De qué tipo de amenazas estamos hablando?

Porque no es lo mismo amenazar que presionar. Las presiones son la base de cualquier negociación. Tan legítimas en política como en la esfera empresarial y hasta en la privada. Tan cotidianas como ponerse de acuerdo en qué película ver esta noche, dónde ir de vacaciones o en qué casa cenar en Nochebuena. ¿No presionamos todos, constantemente, para conseguir nuestros objetivos?

Hoy, tras las clásicas 'presiones' para decidir a qué restaurante ir a almorzar, repaso los periódicos y concluyo con un resultado demoledor: ¿hay alguien que no presione? Veamos... Los empresarios y las elecciones del próximo viernes. Tanto se ha presionado que Ramón Arenas, que iba a disputar la presidencia a Gerardo Cuerva, ha tirado la toalla a pesar de que ya tenía la candidatura conformada y había ido a la sede de la patronal a formalizar su propuesta. Las versiones, por supuesto, son encontradas. Unos denuncian presiones y otros las niegan. Unos reconocen que sí ha habido 'movimientos', pero únicamente empresariales (nada de política), y argumentan que la realidad es que Arenas no tenía los apoyos suficientes y que iba a perder... Tal vez. Lo malo es que ahora no lo sabremos. Nadie lo sabrá. Ni siquiera Gerardo Cuerva, que será reelegido en una semana y no sabrá si es por mérito propio o por los tejemanejes previos para dejarle libre el camino.

Sigamos, por ejemplo, con la historia de las cajas. Cajasol se ha decantado por una fusión fría con Banca Cívica, presionada (como todo el sistema financiero) por el Banco de España y lo ha anunciado precipitadamente para evitar presiones de la Junta. Braulio Medel, presidente de Unicaja, celebra que no haya habido ni "noviazgo" y el proyecto de la caja única ha saltado definitivamente por los aires con el beneplácito de Griñán... Ahora no hay localismos ni traiciones.

Y es que las presiones vienen en cadena. Si no, pensemos en cómo Zapatero ha ido desvirtuando su política al ritmo que marcaba el FMI. Y miremos el fracaso del G-20, que ha terminado sin poner fin a la guerra de divisas, retrasando la aplicación de las medidas de control de la gran banca y sin ser capaces de acordar un modelo económico conjunto para salir de la crisis.

Mucho más eficaces son, desde luego, las presiones de Hugo Chávez. Claro y directo: o la banca privada venezolana contribuye al plan de desarrollo de la revolución o será expropiada. El fin, justifica, es la "solidaridad social" y el plan será una realidad en cuanto apruebe su ley. Mucho más que una amenaza.

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