Señales de humo

José Ignacio Lapido

La putefracción

HAY quien ha querido despachar como menor el asunto de los fichajes de Aznar y González por sendas multinacionales. No lo es, en absoluto, ya que en ambos casos tanto la ética como la estética salen mal paradas. Muy mal paradas. Porque vamos a ser claros, ¿para qué han contratado Gas Natural y Endesa a estos dos? ¿Para que con su benemérito asesoramiento bajen las tarifas a los consumidores y aumente la productividad? ¿Para que con su proverbial sabiduría en temas energéticos se mejore el cuidado del medioambiente? ¿O tal vez para que con su contrastada capacidad para la negociación los trabajadores de ambas compañías tengan unas condiciones laborales envidiables? No nos engañemos, ellos no van a asesorar en nada, ¡y menos independientemente! Se les va a pagar un elevadísimo sueldo para que oficien de conseguidores. Su misión consiste en tratar de influir, en intentar cambiar voluntades en España y en Hispanoamérica, en ganar prerrogativas para sendas empresas valiéndose del prestigio y posición que les confirió el cargo al que accedieron por el voto de todos los españoles.

Imagino que la legalidad de ambas contrataciones es total. Sé que su moralidad es a todas luces dudosa. Lo de sus altas remuneraciones, aún siendo importante, no es lo más sangrante de este episodio, aunque ya puestos, si les quedara un mínimo de decencia deberían renunciar a su pensión vitalicia como ex presidentes. Lo que más repugna al sentido democrático es la misma aceptación de esas consejerías áulicas por ambos ex presidentes del Gobierno, ya que supone el paradigma del grado de similitud al que han llegado los dos partidos mayoritarios. La tenebrosa constatación de que ese estribillo que uno se ha resistido siempre a cantar tiene un fondo de verdad: todos los políticos son iguales.

Y no sólo en esto. Tanto el PP como el PSOE hacen gala de una sospechosa unanimidad en el modo de enfrentarse a temas de vital importancia en los que la limpieza y la pedagogía democrática debieran primar por encima de intereses partidistas. La elección de cargos en altas instituciones judiciales, el transfuguismo, la corrupción… Dependiendo de quién esté involucrado, se justificará a conveniencia a los corruptos, se defenderá con argumentos insostenibles la politización de la justicia o se amparará al que cambia de partido por razones espurias. Si la política económica y social la dictan los mercados y el FMI y las multinacionales están tranquilas porque saben que los presidentes del Gobierno van a acabar indefectiblemente estando en nómina, habrá que deducir que el poder real está a mil años luz de donde debiera estar.

A veces me despierto sobresaltado en mitad de la noche. De la pesadilla sólo queda flotando una pregunta ¿Cómo seguimos prestándonos a participar en esta farsa de apariencia democrática? Luego me vuelvo a dormir.

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