Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Objeto social

UN empresario amigo me explica su teoría sobre el deterioro de la vida política española. Lo hace con un argumento empresarial: falla el objeto social. Se refiere a los dos grandes partidos, que ocupan el 92% de los escaños en el Congreso. Sostiene el empresario en cuestión que el problema es que no se busca el beneficio de la razón social España, ni siquiera la del partido político propio. El objeto social no es el bien común, sino el beneficio personal. No es que señale algún delito de los políticos; los acusa sencillamente de egoísmo.

La teoría se puede aplicar, como la prueba del algodón, al caso Gürtel, al de los eres o a otros muchos no necesariamente delictivos. Sin ir más lejos, a Francisco Cascos le ha dado un ataque de nacionalismo asturiano al ver que su partido no le aclamaba candidato para las elecciones autonómicas. Al PP no le llega la camisa al cuerpo con los fechorías que la banda de Correa y El Bigotes han hecho en Valencia, pero Camps no está dispuesto a pagar el pato e impone, porque le conviene a él, su candidatura por las bravas.

Aquí en Andalucía se pueden oír conversaciones de socialistas alejados del calor del poder, en las que no se habla en clave: Susana ha dejado caer a Antonio Fernández y dejaría también caer a Viera; los consejeros de estricta obediencia a Griñán se desentienden de la herencia recibida, que es de su propia sangre ideológica y partidaria; en Jerez sólo piensan en sus egos personales tanto la alcaldesa como el presidente de la Diputación y jefe provincial del partido.

La lista es interminable. En el PP se mueven poco las filas en vísperas de triunfos electorales y en PSOE la inquietud se dispara por la posible pérdida de miles o quizá decenas de miles de empleos y su remuneración correspondiente. Falla el objeto social. Nuestros políticos no están pensando en primera ni en segunda instancia en los problemas del país, sino en quién manda, quién decide, quién accede a un puesto, cómo se colocan los suyos. Y el resultado es el pobre y miserable intercambio de recados que se hacen en la plaza pública. Todo son ataques personales, chistes, mensajitos malvados sobre los adversarios. Que en privado se amplían a los compañeros del partido; nadie se libra.

La política es un ejercicio de una particular dificultad: tiene que resolver situaciones muy complejas y comunicarlas con mensajes simples. Y la necesaria sencillez del mensaje acaba arrastrando al proceso de decisión, convirtiéndose en el todo. Por ese perverso mecanismo Rajoy llega a la conclusión de que hay que hacer un plan energético nacional como Dios manda, o Mar Moreno resume el caso de los eres en el daño que el PP le quiere hacer a su partido. Un juego de niños, que sólo a ellos entretiene y no aprovecha al país, que es la razón social del conjunto de los españoles.

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