Granada

Grandes Hermanos Obreros de María

  • Del Hermano Carlos al Hermano Gutiérrez Se cumplen 50 años de la Ciudad de los Niños En 1953 llegaron a tener 500 acogidos Hoy la pedagogía del afecto es el principal recurso de la institución

Larga es ya la casi milagrosa historia de la Ciudad de los Niños, de los Hermanos Obreros de María. Penosos fueron los comienzos cuando el joven granadino Carlos Fernández Dorador, nacido en 1905 en la calle Almona Vieja, se empeñó en dedicar su vida a los jóvenes desamparados de nuestra ciudad, a los que veía deambulado sin rumbo ni futuro. No ha desaparecido esa imagen aunque ya nuestras retinas se vienen desgraciadamente acostumbrando. La sociedad no acaba de dar respuesta a los muchos problemas que tiene la joven población tan expuesta a la exclusión social. Basta oír las noticias.

Rocambolescas peripecias las del Hermano Carlos para buscar en Granada recursos para reconstruir el viejo convento de Santa Inés; obreros del alma y albañiles de mezcla y ladrillo pusieron manos a la obra con las escasa donación que dio el entonces Gobernador Fernández-Victorio. A partir de ahí se puso en marcha la llamada Residencia Obrera de Santa Inés. Corría el año 1953.

Cinco años después, en 1958, la institución llegó a crear hasta un Hogar Infantil para dar respuesta a esa otra franja de niños de 5 a 8 años que igualmente presentaban verdaderas carencias con evidente pobreza y desarraigo familiar. Se llegaron a albergar 40 niños, a los que había que unir los 350 de mayor edad, atendidos por 20 hermanos capitaneados por el Hermano Carlos.

La situación de crisis actual, la horrible incidencia de los numerosos problemas socioeconómicos pone en altísimo riesgo de exclusión social a esta población infantil y juvenil a la que hay que atender con especial interés, con sumo afecto. Leemos en la prensa de la época las múltiples donaciones de generosos granadinos que enviaron su donativo para el Hogar Infantil de los Hermanos Obreros de María hasta conseguir las 39.000 pesetas necesarias. Media Granada se volcó en el proyecto. Pero en la Ciudad de los Niños sigue la vida hoy; los allí acogidos comen todos los días, pero su principal alimento es la pedagogía del afecto con que son tratados y de la que están tan necesitados. Profesores, educadores y personal no escatiman esfuerzos y los Hermanos que rigen la institución dedican su vida entera a esta impagable empresa, haciendo buena la esperanzadora expresión cristiana "Dios dará".

Tira del penoso, pero hermoso, carro el Hermano Juan, mientras el popular Hermano Gutiérrez mantiene viva la imagen del mendicante callejero, con su paso a saltitos, sube y baja, entra y sale de cualquier despacho; para él no tienen puertas las oficinas; con su cálida sonrisa cambia piadosas estampas y agradecidas miradas por unos generosos euros "para la buchaca"; son "pa mis niños", dice el Hermano, y vuelve feliz, cansado por los años, pero vivo con la fuerza de su fe cristiana para recibir el abrazo agradecido de esos pequeños que se enganchan a la sotana al verlo aparecer en la Ciudad de los Niños. Seguro que esa Medalla de Oro que le otorgó la ciudad de Granada la empeña cualquier día si se entera que algún niño se acuesta sin cenar.

Larga vida a esa admirable institución solidaria que nos da la bienvenida a su Centro Educativo, a su Hogar de Acogida. Se cumple ahora el 50 aniversario de la colocación de la primera piedra de la Ciudad de los Niños en la Carretera de Málaga. Un año después, en 1965, empezó a funcionar. Allí iba la gente a ver los monos; allí jugaba yo al fútbol con la 'Peña de las 9' (los partidos eran a las 9 de la mañana). Fuerza a sus Hermanos, Profesores, Educadores, personal de administración y mantenimiento e instituciones colaboradoras; mil gracias a la generosidad de los granadinos bienhechores de tan digna obra. Lo ideal sería que no tuviera que haber en el mundo ningún niño necesitado. Mientras tanto, sea el granadino "gran hermano", pero de los Obreros de María. ¡Feliz Cincuentenario!

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