UN caso real: en 1969, una familia compuesta por padre, madre, hija de nueve años, hija de cuatro e hijo de tres fue en un Seat 600 de Algeciras a París y volvió. Por entonces, obviamente, no existían las carreteras de ahora. Cruzar Despeñaperros era encontrarte con seguridad un camión delante a veinte por hora y tener que armarse de paciencia. El coche se calentaba, había que parar y esperar a que se enfriara... No existía el aire acondicionado, por supuesto, y los asientos no eran precisamente cómodos. Pero el coche fue, volvió y después vivió otros cuatro años más. También sobrevivieron todos los ocupantes, el más joven de los cuales está escribiendo esto.

Manuel Juan, 63 años bien llevados y promotor inmobiliario de profesión, escucha la historia con aire satisfecho, casi orgulloso de que se le refiera una nueva hazaña a cargo de un seílla, el coche por el que siente pasión. Él tiene uno, claro, y también son poseedores de otros ejemplares de ese mítico vehículo la treintena de socios del colectivo que preside.

Se trata de una asociación de carácter lúdico y cultural, fundamentalmente. Organizan viajes -hace poco hicieron la Ruta de García Lorca y pronto harán las de las torres vigía de la Costa Tropical-, catas de vino y aceites o encuentros gastronómicos. Tienen también presencia en ferias, donde los coches son un atractivo más, y, por supuesto, se citan con otras asociaciones similares, que habrá medio centenar. Algunas son realmente multitudinarias, como la que se celebra anualmente en Sevilla, donde se reúnen unos 150 coches.

De todas esas asociaciones es presidente de honor Manuel Fernández, conocido por todos como Manuel Regalo, el de las Patatas Regalo. En una nave de Santa Fe, junto a la mercancía que importa y exporta, hay un auténtico museo del Seat 600, porque el hombre ha consagrado buena parte de su vida -y ya está más cerca de los ochenta que de los setenta- a coleccionarlos. Allí dentro hay 36, todos ellos con la ITV pasada y, por tanto, dispuestos a salir a la carretera cuando haga falta.

"Manuel es el mayor coleccionista de España", proclama el presidente de la asociación sin disimular su orgullo. Como tal fue homenajeado hace tres años en esa nave de Santa Fe, sede oficiosa del colectivo granadino. "Vinieron 118 Seat 600 procedentes de toda España", recuerda.

Esa especie de hangar es un regalo para los ojos. Hay ejemplares que datan de finales de los años 50, cuando las puertas se abrían al revés. Hay uno de color lila, otro verde pistacho, uno rosa, uno más en plan deportivo... Todos son de Manuel Regalo, pero los presta, llegado el caso, a los que lo soliciten para sumarse a las concentraciones. Todos menos su favorito, cuya matrícula -GR 16607- revela que tiene sus años, pero está totalmente reformado y, según su dueño, alcanza sin problemas "los 120, y más".

Aparte de la cuestión lúdica, Manuel Juan destaca la otra función de la asociación, que es, lógicamente, mantener vivo el mito de un coche que, según él, fue mucho más que un utilitario. "El Seat 600 fue la auténtica revolución del españolito medio, que a partir de ahí pudo plantearse irse a la playa, al campo o a donde fuera. Era un coche que podía comprarse un trabajador y que dio una libertad enorme", explica.

De esa libertad se beneficiaron muchos. Entre 1957 y 1973, fecha en la que dejó de fabricarse, se vendieron en España más de un millón de seíllas. Hoy siguen en marcha más de 50.000, y asociaciones como la de Granada pretenden que sigan en plena forma durante muchos años.

Por eso tienen entre sus socios a mecánicos que se ocupan de ponerlos a punto. "Y si hay piezas que ya no se fabrican, pues las hacemos nuevas", cuenta durante el regreso a Granada, conduciendo un Mercedes. Que tampoco es mal coche.