manuel titos martínez

El gran lector y contador de historias de Sierra Nevada

  • Autor de una veintena de libros sobre Sierra Nevada además de numerosos artículos, ponencias, prólogos y conferencias sobre Sierra Nevada

  • Ha unido la afición a la montaña con su condición de historiador

Con el profesor Manuel Titos es muy fácil conversar. Hombre erudito, es de esos 'maestros' a los que les gusta enseñar, transmitir y compartir lo que han investigado y descubierto, muy alejado de aquella actitud de los que acumulan conocimiento y se empeñan en querer demostrar cuánto saben. "Si lo que sabes no lo enseñas, (me dice citando a Platón), no sirve para nada", cuestión que ratifican sus alumnos de Ciencias Políticas y Sociología donde ahora imparte sus clases, que en las evaluaciones anuales de los docentes lo califican con notas muy altas, por encima de la media de su departamento, de los estudios de la Licenciatura y de la de la Universidad. Hablar con él de Sierra Nevada es como sumergirse en una voluminosa Enciclopedia de imágenes, de historias (y leyendas), de fechas, datos... que no tiene límite.

-¿Quién te enseñó más de Sierra Nevada?

-Sin duda que mi amigo, compañero y compadre Rafael Millán, cuyas cenizas tuve el desgraciado encargo de enterrar junto a la Laguna Larga. Él, que nunca escribió ni una línea, tenía un conocimiento enciclopédico de Sierra Nevada y me arrastró, durante treinta años, a recorrerla en todas direcciones. Juntos rompimos decenas de botas, perdimos bastones, subimos a todas las cumbres y machacamos todas las veredas, hasta que tuvo la mala idea de irse, para contemplarla mejor desde arriba. Luego, claro, toda la literatura extensísima sobre Sierra Nevada, que he ido descubriendo, aprendiendo y conservando.

-¿Cuál fue el primer libro sobre Sierra Nevada que llegó a tus manos?

-La primera Guía montañera de Pablo Bueno, publicada por la editorial Montblanc en 1963, que compré precisamente en una librería de Barcelona. Casi a la vez, la Sierra Nevada de Fidel Fernández, que fotocopié en aquel infernal papel químico de los años setenta, porque entonces era imposible conseguirla. Me refiero a la edición de Granada de 1931, no a las dos posteriores de la Editorial Juventud de Barcelona en las que fue perdiendo cien páginas en cada una.

-Lo primero que escribiste sobre Sierra Nevada.

-El primer libro y realmente lo primero que escribí fue La aventura de Sierra Nevada, 1717-1915, que publicó la Universidad en 1990. El 5 de agosto del año anterior subimos mi mujer y yo con nuestros hijos a la misa del Mulhacén y para ponerlos en ambiente, el día antes les escribí un relato sobre la tradición de la Virgen de las Nieves, la leyenda de su aparición, las cuatro ermitas de Dílar, la romería de Trevélez… Vi que aquello daba para más y seguí explotando el material que tenía guardado y ahí está. Uní con ello profesión y vocación.

-El libro que más te ha gustado e impresionado de Sierra Nevada.

-Los que leí primero quizás y alguno de los del Padre Ferrer. Pero hay muchos más. En realidad todos los libros tienen algo bueno y hay que descubrirlo. Me decía mi maestro que los libros hay que valorarlos por lo que tienen y no por lo que no tienen.

-Los libros 'nevadenses' que más trabajo te ha costado leer. -En general, aquellos para los que no poseo conocimiento profesional y que están hechos con criterios rigurosamente científicos, por ejemplo la geología o la botánica. Pero al final he leído y editado a Boissier o a Willkomm y lo último que he escrito, aun no publicado, es sobre Schimper, el primero que describió la cabra montés de Sierra Nevada y elaboró una teoría propia sobre el glaciarismo nevadense. Además, con textos inéditos, manuscritos y en francés. ¡Un horror!

-¿Y escribir?

-Posiblemente Sierra Nevada, una gran historia, (1997). Años de trabajo. Cien capítulos, más de mil quinientas páginas, miles de notas, miles de referencias bibliográficas... ¡Masoquismo puro! Una tortura y a la vez una inmensa satisfacción. Después he buscado que los trabajos estuvieran más medidos.

-¿Cuántos libros en total de Sierra Nevada?

-Alrededor de veinte, compatibilizándolos con la investigación académicamente computable para oposiciones, sexenios, etc., porque en mi área de conocimiento lo relacionado con el montañismo no podía ni mencionarlo. Además de capítulos de libros, artículos, estudios preliminares, prensa, congresos, prólogos… ¡Ah! Y la colección Sierra Nevada y La Alpujarra, dedicada a la edición facsímil y la traducción de textos antiguos, de la que llegamos a hacer 25 tomos, hasta que la Caja de Ahorros se cansó de tanto libro. Porque había material para otros tantos...

-¿Cuáles han sido recibidos mejor por el público?

-Con ediciones pequeñas y sin derechos de autor no es fácil saberlo. Posiblemente El tranvía de Sierra Nevada, Mulhacén. Vida y leyenda de una montaña, o la recopilación de Leyendas de Sierra Nevada que realicé en 1998.

-¿Qué le gusta más a tus alumnos, las historias o las leyendas? ¿Cuál es tu leyenda preferida, la que más veces has contado?

-Yo explico historia política, social y económica y ahí hay poco margen para las leyendas. Pero todo se termina sabiendo. Ahora, aunque casi siempre salgo sólo, a veces me acompañan estudiantes que quieren conocer algo más que las aulas y hablamos de todo. Como leyenda, seguramente que la más llamativa es la del enterramiento del penúltimo rey nazarí Muley Hacén en la cumbre que lleva su nombre conducido por su esposa, Zoraida, la cristiana Isabel de Solís. En torno a eso hay abundantes derivaciones. Pero toda Sierra Nevada se puede decir que es territorio de leyenda.

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