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Un cálido abrazo de bienvenida

  • La Novena sinfonía de Beethoven en manos de Zubin Mehta y la brillante Orquesta-Coro del Teatro di San Carlo inaugura por todo lo alto el festival y el ciclo sinfónico

Un cálido abrazo de bienvenida

Un cálido abrazo de bienvenida

Prometía entusiasmar y entusiasmó: una larga ovación cerró una calurosa noche que unía a dos clásicos como Zubin Mehta y La novena de Beethoven. El director indio dirigió con delicadeza pasión una partitura a la que su propia popularidad puede jugar en principio en su contra.

Porque a lo largo de la historia, la novena sinfonía de Beethoven ha sido interpretada miles de veces desde que se estrenara un siete de mayo de 1824 en el Kärntnertortheater de Viena. Su último movimiento es un final coral sorprendentemente inusual en su época, donde el romanticismo aún dormía la siesta, que se ha convertido en proclamadísimo símbolo de la libertad. Precisamente, una adaptación de la sinfonía, realizada por Herbert von Karajan se convirtió en el himno de la Unión Europea en 1972. Es por todos estos motivos que ha sido utilizada, cuenta Yolanda Pinto en su libro Viviendo con Ludwig, "en grandes momentos históricos como los juegos olímpicos y actos oficiales, entre ellos la celebración de la reunificación alemana en 1989". Mucho antes, relata la autora para curiosidad del lector y amante de la música de Beethoven, que "por peligro a que la partitura original se perdiera en la Segunda Guerra Mundial, la Biblioteca Nacional de Prusia la dividió en tres partes y en 1941 la ocultó en diversos puntos en la ciudad alemana de Berlín. La Novena volvió a estar unida completamente en una misma ciudad en 1989 en la Biblioteca Nacional berlinesa, después de la caída del muro". En la actualidad, ésta se ha inscrito en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco, donde forma parte, junto con otros sobresalientes monumentos, de la herencia espiritual de la humanidad, y es la primera pieza musical que entra en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

La 66º edición del Festival de Música y Danza de Granada escogía pues a conciencia la banda sonora de su inauguración ayer, en la que contaron con la veterana batuta de Zubin Mehta y el talento más que trabajado de la Orquesta-Coro del Teatro di San Carlo. "Nos sentimos muy felices de esta colaboración del Teatro San Carlos de Nápoles esté con nosotros e inaugure la 66 edición del Festival de Música y Danza con ese pilar básico del sinfonismo europeo y desde luego muy agradecido a la figura de Pablo Pinamonti, director artístico del Teatro Rosa Purquia que ha hecho posible el encuentro entre Granada y Nápoles", reconocía horas antes el director del festival, Diego Martínez, durante la presentación del recital.

Pasadas las 22:40 horas, más de un millar de personas aguardaban nerviosas y ataviadas con sus mejores galas la interpretación de lo que es, definió por la mañana Mehta, "la Mona Lisa de la música, La piedad de Miguel Ángel, puesto que el mundo no puede vivir sin esa sinfonía". El artista también destacó durante la rueda de prensa que "lo más importante de esta creación es su modernidad, es un himno a la fraternidad y la libertad". En cuanto el director indio agitó la batuta, el público vibró ante el cálido abrazo de bienvenida que supuso escuchar la Novena en un entorno tan idílico y en manos de talentosas personas. Un recital "a la altura", según se escuchaban en algunas filas del Palacio de Carlos V, de sus anteriores visitas al festival -la primera en 1964, la segunda en 1968 y la tercera en 2011-.

Tanta pasión le puso el director de Bombay a la dirección de la pieza que hasta perdió la batuta en un momento del concierto. Un incidente que no impidió que el público quedase igual de rendido que en sus anteriores visitas ante el sobrecogedor concierto.

Juan José Ruiz Molinero, crítico de este periódico, rememoraba la primera vez del artista, que apenas había cumplido la treinta, así: "El impacto que causó a crítico y público la presentación en el Festival de un joven Mehta, al frente de la Orquesta Nacional, con un programa, el 30 de junio de 1964, en el que incluía la sinfonía Praga, de Mozart, Don Juan, de Richard Strauss y la Primera Sinfonía, de Brahms [...] "La sensación ante Brahms era desazonadora. Sin un respiro, lleva en volandas los más encontrados choques tímbricos, apenas sin transición. Todo emerge como un mundo alucinado y fabuloso, y allá, en medio de la selva musical -técnica, sobre todo-, el director se debate para desbrozar el fruto verdadero de las plantas accesorias. No es sólo temperamento lo que hay que poner en Brahms, sino mucha inteligencia. Me ha gustado la versión de Mehta: muy sensible, atenta al detalle, abismal y enorme cuando tenía que extraer esos temas de tanto peso musical que se suceden por aquí y acullá en la apretada partitura. Zubin Mehta ha demostrado no sólo una sapiencia, sino una personalidad, y eso es lo que define muy favorablemente a un director, cuyo peso debe notarse en la orquesta".

Contaba también Molinero que "la Novena es la partitura más programada en el certamen. Tras Argenta, directores como Rafael Frühbeck -en 1970 la ofreció en la misma edición que estrenó en España la Octava Sinfonía, de los mil, de Mahler y, por si fuera poco, dirigió, en otro programa, la Missa Solemnis beethoveniana-, con la Nacional y el Orfeón Pamplonés -que se unió con el Orfeón Donostiarra en la obra de Mahler-; Odón Alonso, en 1977, con la Orquesta y Coro de RTVE; López Cobos, el granadino Miguel Ángel Gómez Martínez que la interpretó en 1986, con la totalidad de las sinfonías del genio de Bonn; 1981, 1986, 1997 y 2000, en versión para dos pianos que versionó Franz Liszt. Incluso se atrevió con ella la Orquesta Ciudad de Granada, con el Orfeón Donostiarra de formidable apoyo. Y para no hacer más larga estas menciones hay que recordar la más reciente, en un concierto en 2012, iniciado con el sobrecogedor Réquiem de Ligeti, que unía dos momentos estelares separados en el tiempo. En el amplio análisis previo y en la crítica me refería a este paralelismo de música en el espacio, pero con la diferencia esencial que las voces de Ligeti eran voces de muerte, aquellas que conoció muy bien en su cercanía a las víctimas del holocausto nazi y las del Beethoven de la Oda eran de vida, de abrazo fraternal de la Humanidad".

Aquel abrazo fue más emocionante todavía cuando Juliana Di Giacomo (soprano), Lily Jorstad (mezzosoprano), Robert Dean Smith (tenor) y Wilhelm Schwinghammer (bajo) ejecutaron sus partes líricas con igual técnica que corazón. Una inauguración del festival por todo lo alto que anticipa, ante todo, una de las mejores programaciones sinfónicas de la historia del veterano certamen.

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